Opinión

Giro significativo

La organización terrorista ETA juega desde octubre de 2011, cuando anunció su decisión de dejar de matar y de extorsionar, un partido contra sí misma en el que también intervienen la izquierda abertzale, el Comité Internacional de Verificación, sin reconocimiento del Gobierno central, y el Gobierno vasco como principal espectador y que tiene la tentación de actuar como árbitro. Pero ETA juega sola, realiza tácticas de ataque y defensa, avanza y retrocede sobre el terreno de juego y en definitiva, como afirma el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, hace teatro.


Pero entre matar y no hacerlo existe una diferencia sustancial y ETA ha venido dando pasos lentos, fatigosos e insuficientes que suponen un avance con respecto a la fecha mencionada. La banda terrorista ha confirmado que no podrá usar más las armas de que dispone, que ha sellado los zulos donde las almacenaba y las ha inutilizado. Pero no todas. Así viene a dar la razón a quienes acusan a los terroristas que quedan y a sus dirigentes de teatralización. La función toca a su fin pero los terroristas no se deciden a terminar con el desenlace que se espera de ellos y que es el inevitable. Si el desarme es parcial es interesante, pero ineficaz. Es producto de que aún no han asimilado ni la derrota definitiva, ni que no pueden ser garantes de ningún proceso y que ni tan siquiera pueden condicionar la política penitenciaria. Con su decisión parcial los dirigentes de ETA no hacen sino dilatar la situación de sus presos, que tanto dice que le preocupan, y evita que se adopten movimientos por parte de las fuerzas democráticas y que responderán al dilema planteado por el exdirigente del PSE-EE, Nicolás Redondo Terreros: “Como ser clementes sin ser injustos”.           


A estas alturas, que ETA comunique la situación y sellado de sus zulos ante la Comisión Internacional de Verificación, es irrelevante. La destrucción o entrega de la armas es un paso sine qua non  en cualquier proceso de desaparición de un grupo terrorista, y el modo elegido por ETA trata de evitar otra escenificación, la del general derrotado entregando su espada al bando vencedor. Bienvenida sea la actuación de la CIV con la que ETA ha tratado de asimilar su actuación a la de otros movimientos terroristas internacionales y que ha sido una estratagema de consumo interno, si en algo ha acortado los plazos, pero sin su concurso el resultado habría sido el mismo, y sus idas y venidas por el País Vasco no ha movido un ápice la política antiterrorista y penitenciaria del Gobierno. Y tampoco su éxito ha sido total con los terroristas que no han entregado todas las armas y mantienen su amenaza: para matar, con una sola pistola basta.   


Todo avance es positivo, sin duda, y así lo reconoce el propio ministro del Interior, pero solo el lehendakari Iñigo Urkullu no quiere abandonar la primera fila de la platea, y en los últimos tiempos ha dado pasos unilaterales que pueden ser interpretados como un intento de retomar negociaciones directas o indirectas con representantes de la banda terroristas bajo el eufemismo del “final ordenado de ETA”.


Nada de todo ello oculta la realidad de los hechos, la desarticulación de estructuras de ETA, la detención de otro centenar de miembros de la banda terrorista, la inflexibilidad de la política penitenciaria hasta que no se produzca el último y definitivo comunicado de disolución y la petición de perdón y reconocimiento del daño injusto causado, auténtico reconocimiento de su derrota y de que no puede torcer el brazo a un país democrático. 

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