Opinión

Tres hechos que marcan un año

Tres episodios, que han supuesto toda una novedad, han condicionado la vida política del año que acaba: el acelerón del conflicto catalán, la repetición de las elecciones legislativas y la defenestración del último secretario general del PSOE.

La decisión del Artur Mas de “dar un paso al lado”, por la presión de la CUP que vetaba su continuidad tras las elecciones del 27-S, fue determinante para evitar que se celebraran nuevas elecciones autonómicas en Cataluña, que quizá no hubieran dado una mayoría absoluta de partidarios de la independencia en el Parlament.

Tras el nombramiento de Carles Puigdemont, el ‘procés’ independentista se mueve entre el desafío constante por parte de las instituciones catalanas, con el horizonte puesto en la celebración de un referéndum "sí o sí" -ilegal o acordado-, y la actividad parlamentaria dedicada a poner en marcha las estructuras básicas de un nuevo estado y la respuesta judicial por parte del Gobierno, sin que todavía la denominada ‘operación Diálogo’, puesta en marcha por el Ejecutivo central  y encargada a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, haya comenzado a dar sus frutos.

Nunca antes una legislatura había durado el mínimo imprescindible para dar paso a unas nuevas elecciones generales, después de que el vencedor en ellas, Mariano Rajoy -aunque sufriera un severo varapalo por la pérdida de la mayoría absoluta y 63 escaños-, rechazara el encargo del rey de formar gobierno.  Esta actitud llevó al secretario general del PSOE a buscar el acuerdo con Ciudadanos y la abstención de Podemos para llegar a la Moncloa. Quien estaba llamado a ser líder de la oposición intentó dar el "sorpasso" al PP. No fue posible por el voto en contra de Podemos y los ciudadanos, en las nuevas elecciones, no solo desaprobaron el intento de acuerdo de ambos partidos, sino que los castigaron en las urnas.

Una vez roto el dominio PP-PSOE, las elecciones del 26-J confirmaron la vigencia de un bipartidismo agravado con dos partidos en la derecha y otros dos en la izquierda, sin que ninguno de los dos bloques alcanzara la mayoría absoluta. Por primera vez el PSOE temió ser sobrepasado como el primer partido de la izquierda y, de nuevo, la estrategia inmovilista de  Mariano Rajoy le dio resultado, porque a la postre salió investido presidente del Gobierno, mientras dejaba al PSOE –que se abstuvo- inmerso en una crisis de identidad de gran calibre. No obstante, la precaria situación parlamentaria del PP le ha permitido comenzar el desmontaje de algunas de las leyes de la legislatura de la mayoría absoluta de los populares.

Tampoco nunca antes un partido, el PSOE, había forzado la renuncia de su líder de una forma tan dramática. Pedro Sánchez, en el escenario inédito de cuatro partidos nacionales potentes, encadenó los peores resultados electorales de su partido. Su ‘no es no’ a Rajoy abocaba a las terceras elecciones en un año y a un nuevo fracaso electoral. Sus compañeros, en el Comité Federal del 1 de octubre, impidieron que pusiera en marcha su alternativa, nunca confirmada del todo, nunca negada de forma absoluta, de un pacto con Podemos e independentistas. Las consecuencias: una gestora al frente y un partido dividido, que se desangra en el enfrentamiento entre Pedro Sánchez y Susana Díaz, y quienes ‘ni Su, ni Sa’, buscan un líder de consenso que cierre heridas.

Te puede interesar