Opinión

Liderazgos por demostrar

El reelegido secretario general del PSOE tendrá que demostrar que “hoy empieza todo”, que las palabras rituales de ser el líder de todos los socialistas comienzan a materializarse y que el trabajo por la unidad que demandan los afiliados y le piden los votantes va a ser un hecho, porque no ha habido ningún partido capaz de sobrevivir con solvencia en medio de continuas discrepancias internas y mucho menos de recibir el voto de los ciudadanos. Es en este ámbito donde Pedro Sánchez tiene que demostrar que es un verdadero líder para su partido y actuar con generosidad con quienes no la tuvieron con él  y que se la han negado incluso el día de su aplastante victoria sobre Susana Díaz.

Pero para que se pueda construir un puente tiene que haber dos orillas en las que se asienten sus cimientos, y entre los dirigentes históricos, “barones”, y demás notables del PSOE de las etapas de gobierno se ha realizado una labor de tierra quemada tan exhaustiva que ahora no hay nadie al otro lado que dé visos de verosimilitud a los llamamientos a la unidad realizados con antelación. E incluso pueden tener la tentación de, con el cuarenta por ciento de los votos, intentar seguir marcando el rumbo a un dirigente elegido, por segunda vez, por la militancia, y que ahora intentará impedir que se puedan producir maniobras como las que precedieron al comité federal del pasado 1 de octubre. Y como la historia la cuentan los vencedores, ahora cambiará el relato acerca de lo ocurrido en los días previos y posteriores a esa fecha.  

Sorprende como políticos tan bregados en tantas batallas internas y electorales no han entendido el cambio de paradigma y como han equivocado su estrategia de forma tan radical. Tanto por la falta de imparcialidad de la gestora en favor de la presidenta, con la dilación de las primarias, lo que a la postre ha beneficiado a Pedro Sánchez, como en la lectura de los resultados electorales que han hecho sus adversarios en un panorama con cuatro partidos en juego, y no en el esquema del bipartidismo -en el que Rubalcaba se dejó de golpe 59 escaños y nadie quería a Zapatero en sus actos electorales-, y que deja la evidencia de que salvo mayorías absolutas que parecen desterradas para una temporada, los partidos tendrán que buscar la complicidad de otra fuerza política para gobernar. Le ha pasado al PP en el Gobierno de la nación, y a los socialistas en las comunidades autónomas que preside –con el apoyo de Podemos- y por ese motivo es un desiderátum y un brindis al sol basar la oferta electoral en una victoria que no haga necesarias las alianzas, en el caso del PSOE, mirando a la izquierda como trataba de negar Susana Díaz. O que no se vuelva a contar con los partidos nacionalistas como apoyos a la gobernabilidad, como acaba de hacer el PP con el PNV.

Después de digerir la derrota algo tendrán que decir los “barones” con mando en plaza acerca de la desconexión que mantienen con sus militantes tras el severo revolcón que han recibido, sobre la forma en la que van a administrar su derrota y si cumplirán lo que hubieran exigido al perdedor en el caso de haber sido Susana Díaz la elegida, y demostrar también ellos que se hacen acreedores de su liderazgo. Y lo mismo en el caso del grupo parlamentario.
Las próximas encuestas dirán si los votantes socialistas piensan lo mismo que los militantes.

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