Opinión

Murcia, campo de pruebas

Los tiempos de la justicia y de la política son distintos, pero cuando coinciden o transcurren paralelos se llevan por delante a quien se encuentra entre ambos y entonces se demuestra el escaso valor que tienen las proclamas sobre la presunción de inocencia o el apoyo incondicional, cuando lo que está en juego es el mantenimiento del poder y todo lo que conlleva. Pedro Antonio Sánchez, expresidente de Murcia ya, ha dimitido porque la presión judicial era insoportable con su vinculación –por demostrar- en dos procesos judiciales, porque Murcia corría el riesgo de pasar a manos de los socialistas perdiendo un territorio en el que han gobernado en los últimos lustros.

Sin embargo, en el caso de Pedro Antonio Sánchez la dirección del PP no ha seguido la misma línea que con Rita Barberá. No será expulsado del partido, continuará al frente del PP murciano y conservará su acta de diputado autonómico. Se quiere evitar un error que a juicio de los dirigentes del PP tuvo consecuencias trágicas para la exalcaldesa de Valencia. Pero se trata de una operación política de un inmenso riesgo. Si finalmente se abre juicio oral contra él por alguno de los dos casos en los que se encuentra incurso, ¿cómo se justificaría su permanencia a lo largo de todo este tiempo al frente de los populares murcianos? Si resultara absuelto en sus causas por el “caso Auditorio” y “el caso Púnica” –por determinar- su rehabilitación política sería más fácil y se convertiría también en un caso único.

La dirección del PP parece que está experimentando con el método científico de prueba y error para ver cuál de las dos actitudes es la que más le conviene en el futuro. Y por todo lo que ha sucedido en Murcia a lo largo del último mes y por el desenlace de la dimisión de Pedro Antonio Sánchez se da paso a una nueva teoría política que es la de la asunción de responsabilidades políticas a medias, lo que da idea de cómo ha sido la negociación entre el expresidente murciano y Génova para forzar su salida, apenas unas semanas después de ser elegido máximo líder del PP en la región por abrumadora mayoría. Ahora, además, en Murcia habrá bicefalia una situación que siempre produce distorsiones, roces y cruce de intereses.

En el culebrón murciano han sido Albert Rivera y su partido los que han salido como vencedores en la pugna que se había desatado y que se ha resuelto en el último minuto antes de que comenzase el debate de la moción de censura socialista. Ciudadanos ha demostrado que no iba de farol, y su determinación al no aflojar el dogal sobre el PP ha dado sus frutos ante la impostura de incumplir el acuerdo de investidura que hizo a Pedro Antonio Sánchez presidente de los murcianos -por no hablar de su propio compromiso-, y ha dejado compuestos en el altar a PSOE y Podemos, de tal forma que se ha ganado la animadversión del resto de los partidos murcianos: de uno por hacerles hincar la rodilla y de los otros por impedir el cambio de gobierno; pero se habrá asegurado el apoyo de unos votantes que acaban de comprobar que siendo bisagra se puede condicionar la vida del socio mayoritario y que los compromisos se firman para cumplirse, lo que también afecta al apoyo al nuevo presidente de la Región de Murcia, Fernando López Miras, una vez que ya no habrá moción de censura porque los socialistas la retiraron. Otra cosa será si Pedro Antonio Sánchez sale absuelto de todo.

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