Opinión

Pactar o pactar

Nunca ante unas elecciones generales había sido tan evidente que quien gobierne lo tendrá que hacer en coalición o con sólidos apoyos externos. Los dos principales partidos, PP y PSOE, salen a ganar pero incluso si lo consiguen, nada les garantiza que puedan gobernar. Alejados los resultados previstos de las mayorías absolutas, los pactos serán inevitables a derecha o izquierda con los nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, como árbitros de la situación en sustitución de los nacionalistas de CiU y PNV que pasarán a un segundo plano, o a ningún plano, según los pactos o la geometría variable que se aplique.


Las elecciones catalanas no tienen, en este sentido, el carácter de primarias de las generales, como lo han podido tener las municipales y autonómicas en cuanto a los apoyos recibidos y las coaliciones formadas, porque se da una circunstancia que ya no refleja ninguna encuesta que se vaya a reproducir a nivel nacional: mientras en Cataluña Ciudadanos va a sobrepasar en votos y escaños al Partido Popular, la coalición que integra a ICV y a Podemos va a lograr el ‘sorpasso’ del PSC.


Pero a la hora de pactar, el PP se enfrenta a unos problemas que ya conoce: la soledad en la que puede encontrarse, aunque en esta ocasión podrá contar con el partido de Albert Rivera para garantizarse una mayoría parlamentaria estable, sin apoyo nacionalista de ningún tipo -de Convergencia, mejor ni hablar-, porque las relaciones con el PNV no son fluidas y porque los nacionalistas vascos no desean aparecer en la foto junto a Ciudadanos.
Pero es este partido el que es objeto de deseo, a expensas de que sus escaños sean determinantes para conformar mayorías sólidas. Aunque según el último barómetro del CIS con intención de voto, señalaba a la coalición PSOE-Podemos como la preferida por los encuestados, los socialistas tampoco desdeñarían una posible alianza con Albert Rivera, que sumaría en torno al 40% de los votos, y que debilitaría los temores en los que basa su precampaña el Partido Popular.


Si a eso se suma el hecho de que quien se encarga del programa económico socialista es el exministro Jordi Sevilla, el mensaje que se intenta transmitir hacia los sectores económicos y la UE es el de una cierta tranquilidad y sensación de continuidad, como en su día lo hizo el nombramiento de Pedro Solbes.


Sin embargo esas intenciones de no asustar a nadie son las que ponen en guardia a quienes aparecen como sus socios naturales por la izquierda, si se pregona la necesidad del cambio. Hace unos días, el dirigente de Podemos en Aragón,  Pablo ​Echenique, que apoyó la investidura de Javier Lambán, advertía de que “se le están empezando a ver un poco las costuras al discurso del PSOE", y si esta posición se extiende, Pedro Sánchez no tendrá fácil lograr su apoyo, toda vez que en la dirección federal del PSOE se impone que pueda gobernar aun sin haber ganado las elecciones.


Sin apenas nadie más con quien pactar en el arco parlamentario, el PP necesita sumar con Ciudadanos porque ser apeado del gobierno puede suponer, además de la  crisis interna, soledad parlamentaria como ocurrió en 2004. El PSOE, del mismo modo, debiera buscar acuerdos estables porque le funcionan mejor que la geometría variable que impuso cuando más cerca estaba de la mayoría absoluta y que se le volvió en contra.  

Te puede interesar