Opinión

Pactar y no equivocarse

Cuando queden constituidos los ayuntamientos y los gobiernos autonómicos quedarán apenas cinco meses para las elecciones generales del mes de noviembre. Como es de esperar que los representantes de la vieja política y los nuevos actores tengan la suficiente responsabilidad para no incurrir en vicios que acaben provocando una repetición de elecciones en algunas regiones, y como los alcaldes tendrán que estar en sus puestos dentro de tres semanas, la maquinaria de pactar se ha puesto ya en funcionamiento para la configuración de las mayorías.

Las políticas de pactos comienzan a estar definidas, al menos por parte de uno de los grandes partidos. El PSOE ha dado bastante manga ancha a sus barones para que puedan llegar a acuerdos donde sea posible y coincide con Podemos con quien está obligado a entenderse y con IU en menor medida, en su voluntad de desplazar de gobiernos y alcaldías al PP. Nadie dijo que pactar no entrañara riegos de ser señalado o de arrostrar problemas sobre la definición de esa alianzas y sus consecuencias. Son conocidos los malos resultados que a la postre han tenido los gobiernos de coalición tripartitos –Cataluña- y bipartitos –Galicia- allí donde se conformaron, pero es un riesgo que deben correr y se supone que algo habrán aprendido.

A priori, la sustanciación de los pactos en la izquierda parece más fácil que en la derecha a pesar de las diferencia programáticas y del recelo que Podemos e IU tienen hacia el PSOE, que es la fuerza hegemónica en la izquierda, que los necesita en comunidades autónomas para devolver el favor en los ayuntamientos a los partidos instrumentales y plataformas que requieren de sus votos. En la izquierda las discrepancias se compensan con una mayor cultura de pactos y están acostumbrados a que, llegado el momento, vuelvan a competir por la primogenitura, mientras que el PP tiene que enfrentarse a un escenario, si no nuevo, poco habitual en su práctica política y en la que el socio minoritario, Ciudadanos, tiene que hacer valer la diferencia y marcar el territorio propio, si no quiere acabar equiparado y que los electores den por amortizado su voto y prefieran el original a la copia en la próxima ocasión.

En fin, tan importante como los pactos con el horizonte de las generales tan cerca es que los nuevos gobernantes no se equivoquen en las primeras decisiones que adopten para demostrar que el cambio comienza a visualizarse y que llevan la iniciativa. Apenas habían pasado unas horas desde que obtuviera el segundo puesto que le dará la alcaldía cuando Manuela Carmena se entrevistaba con el decano de los jueces de la capital para crear una oficina antidesahucios y preparar el camino para abordar uno de los problemas más sangrantes que ha provocado la crisis, en una muestra de cómo se puede estar “más cercanos” a los problemas de los ciudadanos.

Si los nuevos regidores y presidentes autonómicos logran el respaldo para sus primeras medidas, estarán sentando las bases para repetir y mejorar resultados, porque el ejercicio del gobierno suele representar un plus electoral y porque el recuerdo del voto está muy reciente. Las generales están cerca, pero antes todos los partidos tienen que demostrar que han entendido lo que le ha dicho las urnas a cada uno de ellos y no errar los primeros tiros.

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