Opinión

El papel de la reina

Si ya se ponen muchas expectativas en la labor del rey a pesar de tener sus prerrogativas s tasadas por la Constitución y se le encomiendan encargos que no va a poder cumplir, queda por determinar el grado de exigencia sobre las funciones que va a desarrollar la reina Letizia, a quien le va a corresponder un papel determinan te a la hora de lograr algunos de los objetivos que el rey propuso, y se propuso, en el discurso de proclamación.

La parte del discurso de Felipe VI que fue menos retórica a efectos políticos, y más práctica a los mismos efectos en cuanto a la institución que representa, fue aquella en la que habló de una monarquía renovada para un tiempo nuevo que estaría basada en la cercanía a la ciudadanía, y la integridad, honestidad y transparencia en el ejercicio de su cargo. Mucho se ha hablado de cómo la reina Letizia ha influido en su esposo para acercarlo más a la realidad social, para abrir el círculo de sus amistades, para humanizar su persona y hacerlo más cercano a la ciudadanía.

Es previsible que a partir de ahora la reina, que contará con agenda propia, contribuya a dar más visibilidad a la Corona sin el corsé que suponía no entrar en terrenos que eran privativos de la reina Sofía. Doña Letizia ha estado sometida además, de forma muchas veces injusta, a un escrutinio de sus actos por parte de una serie de contertulios y comentaristas que han tratado de deteriorar su imagen en cuanto que ha realizado algún gesto que pudiera someterse a debate poniendo el acento en sus aspectos más polémicos, buscando tres pies al gato, de tal forma que lo mismo es objeto de críticas por mostrarse natural como por hacerlo de forma retraída, por su origen plebeyo o por sus circunstancias personales.

Todas estas cuestiones y la trivialización y banalización que se ha proyectado sobre su figura están en el fondo de que sea la persona de la Familia Real peor valorada en las encuestas que realiza de forma periódica La Zarzuela, y que a buen seguro se revertirán en el momento en que su presencia, tanto en pareja como de forma individual, vaya haciéndose más cotidiana, vaya consiguiendo un espacio y voz propia y su contacto con la ciudadanía sea más frecuente.

Y sin embargo sobre lo que no hay duda es sobre su capacidad para entender el mundo en el que va a tener que desarrollar su nueva función, su preparación intelectual y su constancia en el estudio de los asuntos a los que dedica su atención. Desde luego la impronta que ha de dejar en la evolución del trabajo de la Corona irá más allá de la de ser una embajadora de la moda de España y árbitro de la elegancia, sino que ha de contribuir a que, efectivamente, la monarquía sea una institución moderna, no en un sentido peyorativo, sino adecuada a los nuevos tiempos.

Felipe VI, en su discurso de proclamación, tan solo se refirió una vez a la reina Letizia cuando habló de la educación que han de dispensar a sus hijas, la princesa Leonor y la infante Sofía. No era momento para más. Pero doña Letizia tendrá un papel más activo, como ha demostrado ya durante los diez años que llevan casados. No se trata de que sea una reina profesional. Se trata de que contribuya a lograr la confianza de los ciudadanos en la institución que representa.

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