Opinión

Partido de largo aliento

Acostumbrados a leer la política en los términos de la práctica deportiva y a la simplificación que supone hacerlo de los resultados con independencia de cómo haya transcurrido el juego, parece que la oposición va ganando por goleada al Gobierno y que los principales tantos en los primeros compases de la legislatura los ha marcado el PSOE. Sin embargo, todo puede deberse a una táctica premeditada porque el interés del jefe del Ejecutivo no es otra que ver aprobados los Presupuestos Generales del Estado antes de que acabe el primer tiempo.  

Hasta que no se aprueben las cuentas públicas, se supone que con el apoyo de Ciudadanos y del PNV, no se habrá conjurado la primera oportunidad de que Mariano Rajoy decida dar por concluido este periodo y disponerse a jugar la segunda parte de un encuentro en el que juegan todos contra todos.  

Por el momento el PSOE aparece como el delantero centro que ha sido capaz de marcar los tantos más espectaculares con la subida de un 8% del SMI, al haber aumentado en 4.000 millones el dinero disponible para las comunidades autónomas, con la práctica derogación de la LOMCE, con la iniciativa sobre la reforma de la ley mordaza y al haber hecho comprender al Gobierno que debe abandonar su inmovilismo para reformar la Constitución y favorecer un mejor encaje de las comunidades autónomas con sentimientos nacionales más acendrados. Todo ello después de haberse abstenido, de tal forma que puede tratar de convencer a sus afiliados y votantes de que el abandono del ‘no es no’ ha dado resultados positivos.

Pero tantos y tan seguidos triunfos pueden ser un espejismo y que el PSOE caiga en una celada del Gobierno, que si en la pasada legislatura abusó del decreto-ley en esta lo hace del veto, que por momentos ningunea a quien es su socio prioritario -que nunca le gustó y a quien trata de laminar para recuperar unos millones de votos que considera privativos-, y para poner de manifiesto que lleva razón desde el día 21 de diciembre cuando Rajoy propuso la gran coalición a la alemana entre conservadores y socialdemócratas que se está produciendo de tapadillo y que supone un triunfo del bipartidismo, con el convencimiento de que en este tipo de acuerdos el pez grande acaba limitando mucho el crecimiento del chico y en las siguientes elecciones se lo acaba por comer.    

Además de esta forma, dando bola al PSOE, evita tener que tratar con los fundamentalistas de Ciudadanos que defienden la validez de su acuerdo de investidura e insufla ánimo a los  socialistas para que recuperen aliento y fuerzas para evitar el sorpasso, porque al fin y al cabo se trata de un partido que sabe manejar los asuntos de Estado, mientras que a Podemos le falta mucho por aprender y comprender que si el papel lo aguanta todo, los PGE tienen unas limitaciones y hay que elegir en función de multitud de variables y compromisos.  

A los socialistas les viene bien ser el adalid de las reformas y no de rupturas, que podría abordar dada la debilidad parlamentaria del Gobierno buscando la unidad de toda la oposición. Pero teme la convocatoria de las elecciones cuando todavía está abierto en canal. Así, da la impresión de que el PP se está dejando ganar en la primera parte para intentar golear en la segunda.            

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