Opinión

Presión migratoria

La decisión de cerrar la frontera de El Tarajal entre Ceuta y Marruecos es el síntoma de que aún queda mucho por hacer para que la presión migratoria sobre la ciudad española, y frontera comunitaria, disminuya por la vía de la solución de las situaciones que viven las personas que tratan de entrar en nuestro país.

Lo de menos es si las avalanchas que se han producido a lo largo de los últimos días de centenares de subsaharianos que pretenden entrar en España y Europa las frenan los gendarmes marroquíes o los guardias civiles españoles. De lo que se trata es de cómo se evita que se estrellen contra el muro que separa una de las fronteras que marca la mayor desigualdad entre las zonas que separa.

Las sucesivas oleadas de personas que pretenden entrar en España han revelado que por muy altos que sean los muros y cortantes las concertinas no se pueden poner puertas al hambre, como advierte con frecuencia Cáritas, y que tarde o temprano  la desesperación de quienes esperan dar el "salto" les llevará a intentarlo con mayor o menor fortuna aprovechando las debilidades que puedan presentar los sistemas de seguridad.

Al contrario de las migraciones que se producen desde Libia, donde la mayor parte de quienes tratar de cruzar el Mediterráneo y mueren a centenares en él, huyen de las guerras de Oriente Medio y Siria, los subsaharianos que tratan de llegar a España son migrantes de carácter económico y en estos casos la cooperación internacional, las ayudas al desarrollo, deben desempeñar un papel determinante para disuadirles y en ocasiones han servido para disminuir el flujo de quienes emprenden la aventura de llegar a una pretendida tierra de promisión después de haberse dejado la piel y sus recursos económicos en manos de las mafias dedicadas al tráfico de seres humanos.

A lo largo de las últimas semanas se ha producido también un incremento notable de los intentos de alcanzar las costas españolas en patera desde las playas marroquíes, después de meses en los que las autoridades del país vecino han tenido más controlado esos intentos. Pero tanto a un lado y otro de la frontera los problemas son los mismos, la falta de medios para  proporcionar un trato digno a quienes aguardan escondidos en los bosques próximos a los pasos fronterizos, que en el caso marroquí viene acompañado de frecuentes violaciones de los derechos humanos, mientras que desde el lado español el problema es de falta de dotaciones de miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado para contener las avalanchas, a lo que hay que añadir la masificación de los CIE.

La frontera de El Tarajal permanecerá cerrada al paso de mercancías hasta el próximo día 16 para replantear todo el sistema de seguridad en ese puesto, lo que genera el problema añadido de las porteadoras que se han quedado en territorio español a la espera de poder volver a su país con sus compras y su dinero. Cuando se abra, el problema seguirá allí y no hay que esperar una solución que proceda de Bruselas. Frente a la situación que viven Italia y Grecia con la llegada de millares de personas que intentas salvar su vida y a sus familias, las llegadas de inmigrantes irregulares a nuestro país es en estos momentos casi una anécdota que se controla con una mayor colaboración de las policías española y marroquí.

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