Opinión

Programas discrecionales

Apesar del parón vacacional, las maquinarias de los partidos no han dejado de trabajar ante la inminencia de las elecciones catalanas y sobre todo de las generales, con la obligación de presentar propuestas renovadas en los programas electorales. Y todo este proceso de elaboración de las nuevas promesas es un camino erizado de dificultades, contradicciones, iniciativa con freno y marcha atrás en las que confluyen las diferencias políticas entre el partido y el Gobierno en el caso del PP y entre la ejecutiva nacional y los intereses de los barones en el resto de los partidos, con carácter más marcado en el caso del PSOE.

Los socialistas lo tiene más fácil porque el suyo será en gran medida un programa electoral a la contra, como ya ocurrió en 2004, que tendrán en cuenta acuerdos parlamentarios previos como la derogación de la LOMCE, de la reforma laboral y de otra serie de leyes impuestas por el rodillo de la mayoría absoluta de los populares y de la Declaración de Granada para afrontar la reforma del modelo territorial, junto con las ideas expresadas sobre la reforma constitucional. Como se las apaña luego para ensamblar centralidad y progresismo, para aparecer como un partido creíble –“Zapatero no nos falles”; “de la crisis saldremos todos juntos”- para convencer a los electores de que su compromiso socialdemócrata y progresista es firme y que combine las necesidades de los líderes regionales, es el meollo de la elaboración del programa.

Más dificultades tendrán los populares porque tienen que evitar que su programa electoral resulte ser una enmienda a la totalidad a lo que han hecho a lo largo de la actual legislatura, muchas de cuyas medidas más radicales e impopulares están siendo derogadas en las últimas semanas con un descarado interés electoral. Mientras, vuelven a poner en circulación debates en los que se han visto obligados a dar marcha atrás por la presión social –dimisión de ministro de Justicia incluida- y que ensancha la brecha entre las dos orillas de sus votantes tradicionales, los más conservadores y los más centrados. De todas formas, el espectáculo de propuestas y desmentidos lanzados desde distintos puntos del PP vendrían a demostrar el nerviosismo y la falta de unidad en el mensaje, que recuerda a la situación vivida en otros partidos –el PSOE- cuando se está en la antesala de un varapalo electoral.

Y luego está la yenka que baila el PP con respecto a la reforma constitucional, que no va a figurar en su programa electoral, con lo que ceden la iniciativa a otros partidos que sí la proponen, y consideran que con la introducción de cambios sustanciales en la forma de elección de los miembros de órganos constitucionales como el CGPJ o el TC, bajo la premisa de la despolitización, la calidad democrática y de recuperación de la confianza de los ciudadanos en las instituciones, que pueden producir un efecto contrario, que no disminuya la despolitización sino que aumente, aunque en cualquier caso son cambios que necesitan de mayorías cualificadas, con lo que no se debiera prometer lo que no se va a poder cumplir. En fin, los programas electorales de los dos grandes partidos debieran advertir de que los van a cumplir con un amplio margen de discrecionalidad porque habrá que negociar su aplicación con otros socios.

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