Opinión

Recuento de ausencias

Como todos los años, en la celebración de la Fiesta Nacional será más noticia el recuento de las ausencias en la tribuna, desde la que se sigue el desfile de las Fuerzas Armadas y en la posterior recepción de los reyes, que las presencias que ya se dan por consabidas. Faltarán los máximos representantes del Estado en las comunidades autónomas del País Vasco y Cataluña y los dirigentes de los principales partidos nacionalistas/independentistas con escaños en las Cortes de la nación. Nada nuevo por tanto como para que se arme un revuelo del que sacar conclusiones que no se hayan sacado ya a lo largo de los últimos años. Solo cuando en estos territorios han gobernado políticos socialistas en bipartitos o tripartitos, sus lehendakaris y muy honorables presidentes han acudido a los actos conmemorativos.

Las ausencias no son sino el síntoma de un problema territorial que no termina de resolverse y que al paso que se va será difícil de solucionar definitivamente, si es que alguna vez se logra encauzar, por la vía que se aplica en otros estados complejos en el que conviven regiones con un fuerte sentimiento nacional o naciones sin estado en las que priman la cooperación horizontal y vertical entre ellas, la solidaridad interterritorial y no se pone en duda la unidad de su país, de su paisaje y de su paisanaje, que son la base de los estados federales.

Tampoco es de extrañar que toda fiesta nacional tenga sus detractores, más allá de los representantes nacionalistas que se sienten ‘oprimidos’ por el Gobierno central, y que en el caso español consideran esta celebración es la proyección de una ‘imposición española’, una reminiscencia del franquismo, o la celebración de un genocidio, de tal forma que a la izquierda del PSOE la Fiesta Nacional se ‘celebra’ a los sones de George Brassens.

Pero dando por hecho que todos los países tiene una fiesta nacional -además de bandera e himno-, con la que tratan de conmemorar un acontecimiento que consideran esencial en su devenir como país, bien sea el día de su independencia como en el caso de países colonizados, bien el de la derrota militar que les hace añorar tiempos pasados, bien la celebración de la caída de un antiguo régimen, habría que preguntar a los discrepantes con el 12 de octubre cual es su propuesta para una conmemoración nacional. Porque la otra fecha esencial en nuestro país en los últimos tiempos, el 6 de diciembre, tampoco parece ser santo de la devoción de muchos, dadas las ausencias en los actos de su celebración, que suelen ser las mismas, y a pesar de que desde la aprobación de la Constitución de la que emana toda la legalidad actual son ya más los años de democracia que de la dictadura que realizó una apropiación de los símbolos nacionales, que aún no se ha logrado borrar y que está en el origen del rechazo que provocan.

También hay, cada año, quien aprovecha estas ausencias para arrimar el ascua a su sardina, y tratar de sacar réditos políticos, a pesar de que aquellas pudieran estar justificadas, como la de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, que asistirá a la Asamblea Mundial de Líderes Locales y Regionales en Bogotá, mientras los independentistas catalanes echan leña al fuego al declarar día laborable el 12 de octubre porque no hay “nada que celebrar”, o se dan nuevas connotaciones a la palabra patriota, todas ellas, sin embargo, válidas.

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