Opinión

Rumbo a las urnas

Con el plazo ya marcado de la sesión de investidura para el próximo día 2 de marzo ya solo falta saber si, en efecto, existen o han existido o van a tener lugar reuniones discretas entre socialistas y podemitas que den como resultado un acuerdo para la investidura en el último minuto al estilo catalán con el paso atrás de Artur Mas, o si definitivamente, con el calendario echado a correr, se celebrarán nuevas elecciones a finales del mes de junio, hacia lo que todo apunta en este momento.

¿Quiere Podemos alcanzar un acuerdo con el PSOE para un gobierno de coalición o su pretendida coalición de gobiernos? No lo parece. Volver a escuchar a Pablo Iglesias hablar de referendos de autodeterminación, como único método para resolver el problema territorial, y de sillones, con la determinación de tomar por asalto el cielo de algunos aparatos del Estado, revelan una desconfianza poco democrática y unas exigencias exageradas para quien es la tercera fuerza política y a quien el traje que viste le empiezan a estallar las costuras, por un crecimiento mal asimilado, que deriva en tensiones internas con sus confluencias y en propio partido.

Quedan dos semanas que han de ser de intensas negociaciones en las que alguno de los cuatro partidos nacionales deberá ceder en forma de abstención para permitir el gobierno de otros y quedar en la oposición. Ninguno de ellos parece estar dispuesto a sacrificarse en ese altar mientras los nacionalista catalanes anuncian “noes” y no abstenciones si no se recoge el referéndum en el programa de gobierno, y esperan a ver pasar por delante de sus puertas a un gobierno renqueante. Es decir, no se trata de que PSOE y Podemos alcancen un acuerdo, sino de que también se abstengan Ciudadanos y los nacionalistas simultáneamente, o estos no voten. Demasiadas carambolas de una sola tacada.

Si el próximo día 5 de marzo Pedro Sánchez no es investido presidente se abrirá un nuevo plazo de negociaciones de dos meses de duración en el que los partidos tendrán que apearse de los vetos si no quieren ser causantes de la repetición de las elecciones, sin que ninguno de ellos tenga asegurado unos mejores resultados de los obtenidos en diciembre, aunque todos esperan sacar réditos, según sus propias interpretaciones del momento político –por su solvencia y moderación (PP), por su arrojo y tomar la iniciativa (PSOE), por su labor de mediación (Ciudadanos), o por su izquierdismo (Podemos)- y de la atribución a otros de las responsabilidades del fracaso.

Si fracasa Sánchez, tampoco tendría mucho sentido que Rajoy se presentara a la investidura para cosechar los mismos resultados después de casi tres meses de inacción resumidas en 18 folios de generalidades con las que es difícil no estar de acuerdo, alguna de las cuales no ha defendido ante sus homólogos europeos cuando se necesitaba y ahora se compromete a hacerlo. Tampoco su sustitución como candidato arreglaría nada, porque el problema que afecta al PP, la corrupción, se arregla mejor en la oposición, como le ocurrió al PSOE.

Ni referendos, ni reparto de sillones, ni sustituciones resuelven el panorama político. Y ni el PSOE, ni Ciudadanos, pueden ser generosos porque su electorado es muy volátil y un error de cálculo les enviaría al ostracismo del que pueden tardar en salir. Como el resto va a lo suyo solo se atisba una salida.

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