Opinión

El suflé vuelve a subir

Afirmar que la prueba del fracaso de Artur Mas como presidente de la Generalitat es la convocatoria de tres elecciones autonómicas en menos de cinco años es una crítica que no lleva muy lejos porque para los independentistas no hay otro interés general que lograr su desiderátum: la soberanía plena, desde la que abordar la solución de los problemas económicos y sociales que aquejan a la sociedad catalana, dicen, con más y mejores instrumentos políticos y financieros. Si algo les sobra a los independentistas es tiempo.

Por tanto si la pretensión es hacer naufragar el proceso soberanista en las urnas deben ser otros los argumentos que se utilicen para convencer a la ciudadanía catalana para que en la composición del próximo Parlamento catalán no haya ninguna posibilidad de que se produzca una declaración unilateral de independencia. Y para eso es preciso garantizar a los catalanistas que no son independentistas –la posición de españolistas y federalistas está clara- que se aplicará la Constitución tanto en el mantenimiento de la unidad de España, como en el reconocimiento de la singularidad de la ‘nacionalidad’ catalana, sin menoscabo de la igualdad de derechos. De la misma forma que se les debe garantizar que se atenderán algunas de las reclamaciones acerca de la financiación que demanda el Govern catalán sin poner en cuestión la solidaridad interterritorial. El Gobierno no puede permanecer impasible ante el nuevo acelerón independentista. 

Porque lo que es un hecho es que los independentistas de CiU y ERC han recompuesto la unidad y que han llegado a un acuerdo salomónico: no habrá elecciones inmediatamente como quería CiU, y no habrá lista “de país”, a lo que se oponía ERC, pero si habrá pacto para lo que queda de legislatura, acuerdos poselectorales municipales y hoja de ruta común hacia la independencia. Donde unos ven que Artur Mas prolonga su agonía, otros consideran que ha triunfado su ‘astucia -‘trilero’ también le llaman- porque ata en corto a ERC que debe garantizar la gobernabilidad y aprobar los presupuestos catalanes; otros más dan vencedor al líder de ERC, Oriol Junqueras, que ha evitado que descarrile todo el proceso soberanista después de lo que ha avanzado en este último año. Pero en el terreno conceptual puede que hayan perdido los dos, dado que, al menos en el anuncio del adelanto electoral ‘en diferido’, ya no se ha hablado de elecciones plebiscitarias sobre la independencia, algo que habría quedado claro con una lista única. 

Sea como fuere los independentistas han vuelto a calentar el horno para que suba el suflé después de dos meses de bajón, y tienen por delante ocho meses para ‘fer país’, con la estación intermedia de las elecciones locales que pueden aclarar algo más la situación catalana, puesto que se vota en urnas de verdad, y en ellas Podemos/Guanyem y Ciutadans pueden comenzar a dar la medida de su crecimiento. En este interregno habrá que ver si el líder de Unió deja la ambigüedad respecto a las alianzas de CiU con ERC y si se producen movimientos dentro de CDC porque no todos sus miembros son abiertamente independentistas.

Y aún quedan otros dos aspectos pendientes de resolver, las querellas por desobediencia el 9-N contra Artur Mas y las investigaciones en distintos ámbitos de los casos de corrupción que salpican a la familia Pujol. Y a otros.

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