Opinión

Teatrillo, show, irresponsabilidad

Las descalificaciones vertidas por los dirigentes populares a lo largo de la pasada legislatura cuando PSOE y Ciudadanos trataban de lograr un acuerdo que permitiera la investidura de Pedro Sánchez fueron de tan grueso calibre y tan despectivas que no era previsible que ellos mismos cayeran en la misma actitud.

Ya no queda duda de que la decisión de Mariano Rajoy de aceptar someterse a la sesión de investidura de tal forma que el correr de los plazos hiciera coincidir unas terceras elecciones con el día de Navidad es una provocación o un chantaje, aunque alguien pueda ver una decisión que trata de evitar que se celebren nuevos comicios. La reacción del PSOE de proponer una reforma de la Ley Orgánica Electoral -que cuenta con el apoyo Ciudadanos y Podemos que sumarían la mayoría absoluta necesaria- para acortar la duración de la campaña electoral y evitar el 25-D- es un intento de cambiar la polaridad de la presión pese a no estar exento de dificultades y de críticas.

De esta forma trata de hacer ver al PP que su amenaza por esa vía ha fracasado y que si de verdad quiere evitar elecciones en diciembre debe empeñarse en negociaciones serias con quienes le pueden facilitar la formación de Gobierno, y por tanto debiera abandonar la dilación en los compromisos y su cuantificación en las negociaciones que mantiene con Ciudadanos, que le ha lanzado un ultimátum para hacer efectivo su apoyo, porque pareciera que los negociadores populares se han apuntado al ‘teatrillo’, el ‘postureo’, el ‘show’, o cualquiera de los calificativos que tanto Rajoy como Rafael Hernando repartieron para desprestigiar las negociaciones entre el PSOE y Ciudadanos.

Ocurre, sin embargo, que el tiempo se acaba para Mariano Rajoy, que debe comparecer en el Congreso el próximo martes y someterse a la doble votación de investidura que no es lo mismo perder con 170 votos que con 137. Si en la segunda votación Rajoy solo contara con los votos de su grupo parlamentario, entonces sí, las terceras elecciones en un año estarían mucho más cerca. Pero la parte alícuota de responsabilidad del PP ante esa posibilidad habría crecido de manera sustancial tras demostrar que, efectivamente, sus mecanismos de negociación estaban sin engrasar por falta de costumbre, y se redoblarían las dificultades para que Rajoy intentara una nueva investidura tras la celebración de las elecciones vascas.

El ‘teatrillo’ al que se ha entregado el PP -con la aquiescencia de la presidenta del Congreso, Ana Pastor-, llega hasta el punto de celebrar la primera sesión de investidura en el mismo formato que eligió Pedro Sánchez –con el beneplácito de Patxi López- con la única intervención del candidato en la primera sesión del Pleno y la del resto de portavoces al día siguiente, que les valió acerbas críticas, y que ahora repiten sin que se haya producido ninguna circunstancia que impidiera volver al formato utilizado con anterioridad o en otros debates ya acrisolados como en el del estado de la Nación. En fin, cuando no le ha quedado más remedio que saltar a la palestra para defender sus intereses, al traje del PP se le han visto las costuras y un forro de irresponsabilidad que ha disimulado como defensa del interés general.

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