Opinión

Tics de la vieja política

Podemos es una organización tan joven que probablemente todavía los votantes le perdonen los conflictos internos que comienzan a afectarle, porque lo siguen viendo más como una maquinaria electoral que como un  partido al uso que es en lo que se ha convertido. Probablemente también por la desidia de sus propios militantes que no se han mostrado muy activos en todos los procesos en los que han sido llamados a participar, pero que ahora vuelven a demostrar ganas de que se les tenga en cuenta.  

La conversión de  un movimiento político-social en un partido político no es fácil, de la misma manera que tampoco lo es recorrer el camino inverso. En este último caso el fracaso de Izquierda Unida ha sido patente hasta el punto de que Podemos se ha alzado con su santo y seña. Podemos, como partido que ha tratado de aglutinar muchas organizaciones distintas, ha comenzado a tener los problemas derivados de esa dispersión por un lado y de la fortaleza de determinados grupos que se sumaron a su iniciativa que cuentan con una militancia muy bregada en las luchas políticas tanto internas como de cara a otros partidos. Su relevancia social es muy corta, pero su capacidad de movilización en el ámbito de la izquierda es más considerable. Si a esta situación interna se añaden las confluencias, que están marcadas por un fuerte componente nacionalista, la elaboración de un discurso que suene igual en todas partes es cada vez más difícil.

Y como en todo los partidos, a pesar de que les gustaría ser una organización leninista 3.0 como les definió Felipe González, hay sectores más posibilistas que otros que siguen pensando en tomar los cielos por asalto, a pesar de que los números dan como mucho para tocar algo de poder y si acaso ponerse a gestionar. Y por ahora la gestión que se conoce en muchos ayuntamientos de los alcaldes del cambio es perfectamente mejorable, y pueden correr el riesgo de que les ocurra lo mismo que a Bildu en el País Vasco, que tras los cuatro años de rigor la mayor parte de sus alcaldes no repitieron. Además, el bloqueo en las comunidades autónomas donde apoyan a gobiernos socialistas está dejando también un reguero de incertidumbres.  También hay un sector crítico que presiona para que se convoquen nuevas elecciones para quedarse con la primogenitura de la izquierda.

Por el momento en Podemos tratan de taponar las vías de agua abiertas en distintas organizaciones regionales donde se ha instalado el germen de la división que crece tan bien en la izquierda. Y aunque por el momento los supuestos bandos enfrentados, “pablistas” y “errejonistas”, afirman que no hay división tendrán que esforzarse mucho para que se visualice su unión.

Tampoco parece que hayan podido acabar con otro de los signos de la vieja política: que los críticos con las decisiones de una dirección autonómica, como en Madrid, entreguen su acta de diputados.
Y por si fuera poco, hasta un documento interno habla del endiosamiento/arrogancia de su líder, Pablo Iglesias, y de sus tics de político viejo, “que ya no es gente”. 

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