Opinión

El tiempo apremia

Ha comenzado a correr el reloj que puede llevar a la celebración de las terceras elecciones generales en un año. Quedan dos meses para que ese plazo se cumpla, un tiempo suficiente para negociar, si verdaderamente hay voluntad para ello y para cambiar negativas absolutas por abstenciones técnicas.  Y no habría que esperar a la celebración de las elecciones gallegas y vascas, porque sus resultados son tan inciertos en este momento que no se debiera cifrar a esos comicios la solución del bloqueo nacional.   

A Mariano Rajoy, a quien tradicionalmente se considera un maestro en el manejo de los tiempos, el calendario se le ha echado encima, toda vez que Pedro Sánchez ha sido capaz de resistir la presión que se ha ejercido sobre él por tierra, mar y aire, dentro y fuera de su partido. El presidente del Gobierno en funciones y su partido han dilatado todo lo posible los plazos de los que han dispuesto para agilizar contactos y negociaciones y ahora entre la fecha del 25 de septiembre y el 30 del mismo mes, cuando concluye el plazo para presentar los Presupuestos Generales del Estado, apenas habría tiempo para realizar un análisis de los resultados autonómicos y trasladar sus conclusiones a una nueva sesión de investidura.      

Y esa posibilidad siempre y cuando el PNV necesitara de los votos o la abstención del PP para mantener el gobierno en el País Vasco, previo acuerdo con los socialistas que los sondeos indican que se van a ver ampliamente sobrepasados por Unidos Podemos, y sin olvidar la negativa de los dirigentes nacionalistas vascos de no investir a Rajoy sean cuales sean los resultados en las elecciones vascas. Entretanto, la situación en Galicia pasa porque el PP revalide la mayoría absoluta, único modo de que se pueda mantener en la Xunta Alberto Núñez Feijóo, que en este caso cuenta con el viento a su favor, con la división del PSdeG y los líos en Podemos.  Si se produce el fracaso del presidente gallego y el PP resultara irrelevante en el País Vasco, la espera a la que está forzando el PP no habrá tenido ningún sentido y las elecciones estarán más cerca.  Y eso sin contar con la acentuación del problema catalán –Diada, negociación de los presupuestos catalanes, moción de confianza de Puigddemont- a lo largo de este mes.

Que el manejo de los tiempos se le ha ido de las manos a Rajoy no supone solo que no se puedan aprobar los PGE y que haya que prorrogar los existentes con las consecuencias que puede tener para la marcha de la economía, en las condiciones de vida de los españoles y de las sanciones y reprimendas de la Unión Europea, sino que ya ha comenzado la rectificación del PP sobre la celebración de las elecciones, si llegara el caso, el día de Navidad, de tal forma que queda de manifiesto que la elección de esa fecha era un mecanismo más de presión hacia el PSOE, pero tan burdo que hasta el conspicuo portavoz parlamentario del PP, Rafael Hernando, ha iniciado la maniobra de repliegue.

De la misma forma que queda tiempo para evitar las elecciones generales –dos meses- el tiempo se escurre para negociar antes de que sea tarde para las cuentas públicas, que es una de las preocupaciones manifestadas por Rajoy en las sesiones de investidura. Pero lejos de tratar de seducir al PSOE mantiene la táctica de la presión. 

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