Opinión

Edulcorante

Recuerdo que hace muchos años había un anuncio de cafeteras en el que salía un japonés (quizás fuese un chino, no lo sé) que no paraba de hacer fotos mientras decía: “¡Imital, imital…!”. De aquellas, comenzaba el auge de las copias comerciales, simulando marcas originales pero con otros nombres; luego ya, fruto de un consumo desbocado, pasaron a ser falsificaciones sin recato, sembrando mercadillos y aceras con la Cara B de lo genuino.

Lo mismo ocurre con el edulcorante (inmejorable salvavidas de lo dulce). Según los entendidos, ahora, estos sustitutos del azúcar engordan más que el propio azúcar, aunque, aseguran, sus efectos solo se notan a la larga, es decir, cuando llevas muchos años consumiendo el sucedáneo. 

Nuestra vida es un poco así: a veces preferimos la copia al original, por comodidad, por coste o simplemente por resignación. Tendemos al envés de lo auténtico. La moda del “bajo coste” (frase inventada, por cierto, para definir algo que imita lo original mejorando su precio) nos ha colonizado de tal manera que entramos en ese mercado ya aclimatados, previamente convencidos, dispuestos a no dejar escapar la ganga de turno y creándonos la necesidad si hace falta. 
Eso sí, al amor lo dejamos al margen de estas “oportunidades” mundanas. Decidimos compartir la vida con nuestra pareja sin mirarle la cartera, solo a los ojos. Y si por casualidad resulta ser rica o rico, pues nada, aceptamos el hecho con normalidad, como una cualidad más de su carácter, y decimos: es alegre, detallista, puntual…, tiene millones, pero bah…, haciendo buena la máxima de Disney: la belleza está en el interior.

Y es que los amores “low cost” pocas veces funcionan. Llegan confitados y con una manzana en la boca, pero enseguida provocan cansancio, incomodidad y extraños sabores, como los viajes o las comidas de estas modalidades.

Les hablo con sinceridad, créanme, mientras amaso este artículo con ingredientes naturales, es decir, sin condicionantes químicos ni físicos. Las copias no son recomendables. Atentan contra la imaginación. Excepto, claro está, el edulcorante, “que ayuda a no engordar”, como aquella leche desnatada.

Te puede interesar