Opinión

Islandia, mon amour

Dicen que en Islandia —espejo donde se miran las madrastras del mundo—, van a prohibir a los menores de 16 años salir por la noche para evitar botellones y consumo de alcohol y otras drogas. Además quieren potenciar la relación padres-hijos y piensan incentivar las actividades extraescolares.

Si aquí se nos ocurriese imitarlos, por eso de probar, a ver qué pasa…, se armaría la de Dios. Lo primero que saldría sería la palabra "Libertad". Es sagrada, que nadie me la toque. Yo voy a donde quiero, cuando quiero y como quiero…  Luego, nos daríamos de bruces con nuestra realidad: por fortuna España no es Islandia, climatológicamente hablando. Aquí hace menos frío, hay más horas de luz, somos callejeros y tenemos una especie que prolifera más que ninguna otra en el mundo: las terrazas urbanitas. Lo coloniza todo, oye. 

Estos argumentos, indestructibles en esencia, tirarían por tierra cualquier plan anti-droga que contemple la prohibición de salir por la noche a los menores. Si a eso le unimos que muchos padres consienten que sus hijos lleguen "cocidos" a las seis de la mañana, entonces la cosa se complica. El alcohol es algo cultural —decimos para sacudirnos responsabilidades—. ¡Y tan cultural!: ver a unos chicos, pedos perdidos, vomitando en un portal no nos escandaliza tanto como si los sorprendiésemos clavándose una jeringuilla en el brazo. No, claro, la heroína no es cultural. Yo recuerdo haber publicado hace años un informe en el que se citaban casos de escolares del rural gallego que se dormían en clase porque esa mañana, en casa, les habían dado licor café para que no pasasen frío mientras esperaban el bus. Cuestión cultural.

Pero siendo grave la relación de los jóvenes con las drogas, hay que reconocer que no son los únicos culpables. Muchos padres no saben cómo atajar la situación y dejan que la cosa fluya, "a ver si en unos años sienta la cabeza…". Claro, esto tiene una explicación: para ser padres no te piden carné, ni estudios, ni nada. Fabricas, engendras y pares. Los hijos se tienen y punto, independientemente de lo equilibrado que seas y de la educación que pretendas darle a tu retoño. Si fumas delante de él, si sales por la noche, si tu hijo pasa más tiempo con los abuelos que contigo, si "joder" y "mierda" están en tu vocabulario habitual…, mete todo eso en una coctelera y tendrás muchos números para que tu hijo sienta la tentación del lado oscuro. Por supuesto, también podríamos pensar que este comportamiento paternal los hace duros, porque así nuestros hijos viven la realidad tal cual es. Y mientras, encendemos un pitillo en su presencia y con la primera calada le decimos: "Pero tú esto no lo hagas".

En resumen, que Islandia, mon amour, está muy bien, pero antes de proclamar "Je suis nórdico" propongo que editemos una Guía de Educación para Padres, parecida al manual de mantenimiento que te dan cuando compras un coche. Una enfermera la colocaría junto a la canastilla en la habitación del hospital, y así, al subir del paritorio, los padres ya podrían empezar a instruirse. Algunos, que nacieron aprendidos, tirarían el libro por la ventana al sentir su ego inflamado, pero estoy seguro de que otros muchos le echarían un vistazo. Ya saben, difunde, que algo queda.

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