Opinión

Así supe y asistí al traslado de madrugada de la estatua de Concepción Arenal hace 55 años

El pasado día 4 de febrero se cumplieron 55 años desde que se perpetró el traslado de la estatua y destrucción del pedestal histórico de doña Concepción Arenal desde la plaza del Obispo Cesáreo a su actual emplazamiento en la rotonda frente al palacio de Justicia. La operación se llevó a cabo en secreto, a las dos de la madrugada, consciente el Ayuntamiento de Ourense de la oposición de la opinión pública de aquel injustificado capricho. Todo se hizo deprisa, de modo vergonzante. Desde don Ramón Otero Pedrayo a Blanco Amor, muchos ourensanos ilustres dejaron testimonio de su oposición y las páginas de “La Región” de la época recogen numerosos testimonios en contra. Es más, en algunas conocidas sociedades como el “Liceo” se hicieron encuestas abrumadoramente favorables a dejar a Concepción Arenal donde estaba. En la Casa Consistorial, que presidía David Ferrer Garrido ni una sola voz se alzó para dejar a la eximia penalista donde llevaba nada menos que 53 años. Fue un capricho.

El viejo emplazamiento de Ourense y el monumento fúnebre de Pereiró en Vigo.
El viejo emplazamiento de Ourense y el monumento fúnebre de Pereiró en Vigo.

Nunca ha contado hasta ahora cómo me enteré y pude ser uno de los pocos testigos del aparatoso traslado. Fue gracias a que un amigo mío, que era policía municipal, me contó que se había montado un operativo nocturno para que el pueblo de Ourense no se enterara del traslado. En la noche aquella, una brigada de obreros con un brazo mecánico y un camión removieron a doña Concha y la trasladaron a su nuevo emplazamiento sin muchos miramientos. Allá quedaba el hermoso e histórico pedestal y las placas y la pusieron sobre el cajón actual. La explicación que se dio de que estaba mejor en la rotonda frente al palacio de Justicia caía por su base. No es lo mismo un monumento centrado, presidiendo una plaza, que permite homenajes y actos en su entorno, como los que se celebran en su monumento fúnebre en el cementerio de Pereiró en Vigo, que colocarla en medio de una rotonda de tráfico. Pero no creo yo que hoy exista la sensibilidad necesaria para devolverla al lugar de donde nunca debió retirarse.

Todavía me emociona recordar aquella fría noche y el ambiente en que, insisto en la expresión, se perpetró el atentado a la propia memoria de la ciudad. Hice una crónica emocionado, casi sin que me salieran las palabras para la radio y otra para prensa. En 1892, dos abogados García Ferreiro y Nomdedeu Pardo, promueven la idea de erigirle una estatua, que doña Concha, todavía viva, agradece, pero rechaza modesta. En una carta. En 1893, constituida la correspondiente y suscripción, y el Ayuntamiento aporta 3.000 pesetas de la época con este fin. El primer emplazamiento pensado fuera la plaza mayor. Tras varios avatares, el monumento se inaugura discretamente en 1898, dada la penosa situación del país. Pasarán años hasta que un edil, de apellido de la Fuente es el autor de la iniciativa del traslado, y objeto de aceradas críticas por su idea que se ejecutará en la madrugada del mismo día en que conmemoraban los setenta y seis años del fallecimiento de Concepción Arenal. En esta suma desatinos no se sabe qué hicieron con el de pedestal y las placas, de airosa belleza, que fuera diseñado por Parada Justel. Yo fui testigo del modo en que los obreros municipales procedieron sin miramientos contra aquella obra que en cualquier lugar civilizado del mundo sería respeta.

Es precisamente en Vigo, donde falleció a los 73 años el 4 de febrero de 1893, donde la memoria de Doña Concha ocupa un digno emplazamiento, presidiendo la entrada del cementerio de Pereiró, donde se pueden celebrar los homenajes que merece, especialmente en fechas conmemorativas sobre la dignidad de la mujer. Este camposanto se inauguró en marzo de 1898 y fue Fernando García Arenal, el hijo mayor de la escritora, responsable de su creación y del traslado del modesto sepulcro inicial en otro camposanto. Los restos de la ilustre penalista fueron trasladados a su nuevo emplazamiento a finales del mes de agosto de 1912. La prensa de la época refleja la solemnidad de aquel acto, tan diferente a lo ocurrido en Ourense.

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