Opinión

Debate surrealista y gran ausente en el estrado, donde proclamara sus principios

Pienso que, en gran medida, hemos asistido durante dos días a un debate surrealista. Ha sido más que nada una exhibición dialéctica, sabiendo que los diputados estaban allí no tenían propiamente como misión resolver la elección o respaldo a un candidato a la presidencia del Gobierno. Pero, pese a esa ficción, se escucharon intervenciones interesantes, datos concretos y falsos, ante el “gran mudo”; es decir el doctor Pedro Sánchez que se sentaba allí como si el asunto no fuera con él, respaldado seguro por los votos de Bildu, ERC y el nacionalismo vasco de derechas, y la expectativa de que, cumplido el pago exigido por Puigdemont, cierre el trato trazado para que siga en la Moncloa, conforme al guion trazado que revelaron sus socios de Esquerra, que el asunto de la amnistía está cerrado. ¿Para qué iba a decir nada si ya tiene todo vendido o, mejor dicho, si tiene concertado su pago a quienes le aseguran otro periodo en la Moncloa?

La alusión del sustituto Oscar Puente al libro “Fariña” fue especialmente ofensiva para Galicia, al exponer desde la tribuna del Congreso una alusión genérica, inequívoca y referente a la sociedad en su conjunto. En ese sentido, resulta revelador que el exvicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, haya calificado el papel de Puente de ser “un macarra”. También llamó la atención el especial tono duro de Feijoo con el PNV, menos sorprendente con Bildu, y el tono conciliador con Vox. Los que prepararon el discurso de Óscar Puente, en sustitución de Sánchez, deberían cuidar las referencias y documentación. Un mero ejemplo: aseguró que los catalanes apoyaron en un 76 por ciento el famoso Estatut de 2006, obviando el dato de que en aquel momento no acudió a respaldarlo ni el 50 por ciento de los electores, por lo que el señor Puente erró. Aquel Estatut que Zapatero otorgó a Maragall con curiosidades como que el Estado no pudiera legislar para Cataluña sobre competencias no cedidas, que aquella comunidad tuviera Poder Judicial propio o que el defensor del pueblo no pudiera intervenir en aquella autonomía. 

Aparte de algunas vaguedades y repetir datos inexactos, que exigían que en aquel trance requería más precisión, Feijoo tuvo buenos momentos cuando se dirigía a Sánchez, que, más que el discurso de un candidato a la presidencia de Gobierno, eran realmente la quien expone una moción de censura. Hubo dos momentos cinematográficos: ver a un hijo y nieto de andaluces, Rufián, hablando en catalán, y que tras la amnistía tiene que venir el referéndum de independencia. Y sobre todo los ataques a la Constitución que le permitía estar donde estaba y decir lo que decía contra la misma a la portavoz de Junts, Míriam Nogueras, que aprovechó su ocasión, más que responder a Feijoo para recordarle a Pedro Sánchez que debe cumplir el resto del trato. La diputada de Junts fue en el Congreso la voz del fugado Puigdemont, repitiendo las condiciones que éste marcó en una reciente conferencia. Pero ahí quedó la sentencia final: la amnistía no va a resolver el problema de Cataluña con España. Será sólo un paso hacia la independencia. Por lo menos lo dejó claro. Quedó algo desdibujada la intervención de Sumar, IU y En Comú Podem, que dejó fuera Podemos, Compromís o Más Madrid, reflejo de la poliandria de Yolanda Díaz, que tampoco intervino., y cuyo reparto sentó mal a sus camaradas, especialmente de Podemos. Hubo silencio cuando la portavoz del PP Gamarra preguntó al PSOE por qué no llevaron en su programa electoral la amnistía. Se abre el tiempo de Sánchez. A ver como viste y justifican la amnistía, y lo que sigue del guión, que recordaba al presidente en funciones el honorable Aragonès.

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