Opinión

Expertos en interpretación prevén los problemas que se avecinan en el Congreso

Los letrados del Congreso de los Diputados prevén las dificultades que se advierten a corto plazo para la introducción del uso de las lenguas cooficiales junto al castellano en la actividad ordinaria de la Cámara, dada la necesidad de dotarse de los adecuados traductores, en este caso, intérpretes, para la traslación de los discursos en gallego, catalán o euskera al hasta ahora idioma común de entendimiento, y a la inversa, ¿O no? Las últimas noticias al respecto amplían el derecho al uso práctico de otras lenguas y formas dialectales en la actividad parlamentaria ordinaria, como en el caso de las particularidades del habla aragonesa, y que se resolverá con la “autotraducción” del usuario, quien de este modo duplicará partes de su discurso. Cabe esperar que otras variedades como el bable o el panocho murciano y las particularidades de otras regiones, como Cantabria y/o Andalucía, se supone que irán incorporando al Congreso, por lo que, por la regla de la no exclusión, hasta sería posible el uso por un diputado de Nogueira de Ramuín, del “barallete”, el idioma de los afiladores ourensanos.

En el terreno exclusivamente práctico, los expertos distinguen entre traducción de un texto previamente entregado escrito completo, de la interpretación consecutiva o simultánea y los problemas que de ello se derivan, al ser la segunda de éstas la que se empleará. Cuando hable un diputado, el intérprete ira traduciendo simultáneamente lo que diga. Y conviene advertir que no es lo mismo traducir un escrito que interpretar al mismo tiempo un discurso o una conferencia. En este último caso, la intérprete sucesiva va tomando notas de lo que dice el orador, y luego lo resume, pero eso no va a pasar en el Congreso. El intérprete simultáneo va traduciendo al tiempo del que habla lo que va diciendo. Y eso presenta una serie de alteraciones en el propio discurso parlamentario, como el tono, la intensidad, la ironía, la traducción correcta de modismos, frases hechas y otros elementos, especialmente elocuentes en la refriega oral en el congreso. Y para evitarlo se ha recurrido a la peregrina idea de que, en ese caso, los oradores entregaran previamente sus discursos. Es sencillamente absurdo: una cosa son los recursos y documentos que cada diputado utiliza y otro la respuesta que deba darle a las interpelaciones y réplicas de otros diputados que no pueden preverse. Eso es el parlamentarismo. O era, hasta ahora.

En castellano o en los otros idiomas oficiales del país, según los casos, existen modismos difíciles de homologar. La anécdota la narró una intérprete que lo pasó muy mal traduciendo a Felipe González en una reunión internacional en la que usó modismos andaluces de su peculiar modo de hablar. Y lo mismo ocurre con locuciones adverbiales y modismos que no en todas partes quieren decir lo mismo o se interpretan del mismo modo. Como explica Sylvie Mascuñán, profesora de Traducción e Interpretación de la Universidad de Vigo, el traductor tiene tiempo para buscar el término exacto, así como un giro elegante y correcto sobre el texto que le han entregado y puede revisar muchas veces su trabajo, con la ayuda de todos los diccionarios, libros técnicos e incluso puede pedir consejo a especialistas en la materia. El intérprete sólo tiene un tiempo de reflexión mínimo, no puede consultar ni libros ni expertos, y debe hacer entender, inmediatamente y con la mayor exactitud el querer decir del orador. El intérprete debe adaptarse a las peculiaridades de quienes que pronuncian sus discursos, tanto desde el punto de vista del contenido como de la forma, su acento, su pronunciación, sus giros lingüísticos, incluso su campo de interés. En la interpretación simultánea, el intérprete no puede quedarse callado mientras el orador está hablando, debe seguir su ritmo, tiene que traducir cada instante del discurso que escucha. Tiene que trasladar, en su caso, la riqueza retórica del original, sobre la marcha, según lo que se le vaya ocurriendo al que sigue. Nos esperan grandes momentos, sin duda.

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