Opinión

Falta un mediador, como cuando se negocia con Puigdemont

Begoña Gómez es una ciudadana particular, sin rango de Estado, que, como la mujer del portero de la Moncloa, sólo se representa a sí misma. Las ofensas de Milei debe plantearlas con una demanda por vía civil en defensa de su honor., intimidad y propia imagen. Y si cree que se le ha atribuido un delito, debe presentar una demanda de conciliación, previa a querella, por injurias y calumnias. El Estado es otra cosa. Aparte, la crítica a Sánchez, que fue grosera, se realizó dentro de un acto político de partido, de modo descortés y exagerado, en territorio español, pero habitual en el escenario de la política, lo mismo que hizo antes Puente con claras insinuaciones sobre si Milei se droga que, aunque luego las envainó a medias, no tuvieron rectificación oficial alguna por parte del Gobierno del que formaba parte.

¿Pero cómo es posible que a nadie se le ha ocurrido cómo resolver el problema diplomático entre el Reino de España y la República Argentina? Si es facilísimo y Pedro Sánchez lo tiene a mano: convocar un mediador internacional como hizo para entenderse y pactar von Puigdemont. Me dirán que no es el mismo caso, que entonces estaba en juego la presidencia del Gobierno de España a precio tasado con la amnistía. Entonces fue esencial un intermediario con experiencia en mediar entre la guerrilla y las autoridades legítimas de una república hermana. Ahora no es hora de acusaciones, sino de soluciones, porque nos jugamos mucho. España es el segundo inversor en Argentina, y para nosotros es vital, especialmente para el sector pesquero, buenas relaciones y concordia con Argentina, en cuyo mar operan numerosas empresas mixtas que garantizan la aportación de pescado de sus mares a la dieta nacional. Y para Galicia, fundamental.

Un diplomático solvente, como Inocencio Arias, que sabe por su propia experiencia cómo llevar los asuntos de Iberoamérica, ha centrado el problema. Para él, el origen está en las imprudentes, aunque luego envainadas, palabras del ministro de Transportes sobre los que estimula a Milei y éste aprovechó la primera ocasión, ya en suelo español, para responder por elevación con su explosivo estilo. Arias ha advertido con precisión que Sánchez dejó, y no ahora sino de antes, la ocasión que corresponde a un hombre de Estado de haber guardado las formas. Pero no se trata sólo de haber corregido a aquel entusiasta que lo moteja de “puto amo”, sino que hubo otros gestos anteriores que condujeron a los que ahora vivimos.

Inocencio Arias no ha disculpado a Milei, que tampoco es disculpable por el tono y el contenido de su ataque a Sánchez, además cuando está de visita al país. Arias sitúa el origen de la crisis con otros antecedentes. El que fuera secretario de Estado para Iberoamérica sabe de lo que habla. No disculpa de Milei ni el estilo que emociona a sus seguidores, pero recuerda los usos de la diplomacia y la cortesía de estados que España ignoró, y añade que “por primera vez en la historia, un presidente elegido democráticamente, como fue Milei, toma posesión y el presidente del Gobierno español no lo felicita”. Y en lugar de que un ministro de jornada, cuando el propio rey va a la toma de posesión de este presidente se reduce la representación del Gobierno a un secretario de Estado. Los diplomáticos saben dar a esto la importancia que tiene. Y por fin, un ministro del Gobierno, Óscar Puente, dice alto y claro que el presidente de la Argentina se droga. Y como era de esperar, Milei se suelta. Y ahora el asunto empeora con la retirada de la embajadora de España en Argentina, porque ni unos ni otros se disculpan. Hace falta un mediador internacional, como cuando se negocia con Puigdemont. Y no es broma ni recurso dialéctico. Sólo es preciso pensar en quién. Se ha sugerido incluso con la Iglesia. Ya se hizo entre Chile y Argentina en un viejo conflicto histórico.

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