Opinión

Historias de un sentimental

Los que somos aficionados a rememorar estas historias del pasado y de las gentes de otros tiempos y sus episodios, solemos coincidir en guardar fotos, viejos periódicos y toda clase se recuerdos y testimonios que son fuente inagotable de documentación. Hace ahora veinte años, en aquella interesante revista que editaba CaixaOuerense, se publicó un trabajo de José Ramón Estévez Pérez y Luis Cid, de enorme calidad, sobre el Regimiento de milicias provinciales de Ouerense que, entre otros destinos diversos, estuvo de guarnición en la ciudad de Vigo. En aquellos tiempos había dos tipos de unidades militares: los Regimientos del Rey y los Provinciales, que venían a ser una especie de guardia nacional, pero que, a la hora de la verdad, combatían en primera línea como los demás. En 1808, este regimiento de ourensanos estaba formado por 584 hombres. Según diversos estudios de uniformología, los provinciales vestían de blanco, si bien también se refiere a los ourensanos con uniforme azul.

Aquellos antepasados nuestros se integraron en el ejército de Galicia del famoso marqués de la Romana, tras la invasión de los franceses de 1808 y en su palmarés figuran diversas acciones destacadas en Villafranca del Bierzo, Salamanca y Tordesillas entre otros. En el libro de Ronald Fraser “La maldita guerra de España” se cita el pesar de Napoleón por haber invadido España y sitúa el comienzo de su fin en este hecho y la invasión de Rusia. Estos ourensanos de los que hablo debían de ser gente brava y ruidosa, pues cuando atacaron Villafranca, la guarnición francesa creyó que se enfrentaba a un gran ejército por la bulla que armaban y finalmente los orgullosos granaderos franceses de vistosos uniformes, en número de mil, se rindieron a aquellos paisanos gallegos, especialmente ourensanos.

En la crónica de las campañas de los provinciales de Ourense, dentro del Ejército del Marqués de la Romana, como detalla en el trabajo histórico de referencia de José Ramón Estévez, se cita otra acción memorable de los provinciales de Ourense en la localidad de Tamames, Salamanca, donde se enfrentaron el 18 de octubre de 1809 a las tropas del mariscal Ney, que era uno de los favoritos de Napoleón. Los soldados de la Romana, destacando los gallegos, llegaban con frecuencia al cuerpo a cuerpo y eran diestros manejando las bayonetas. Recuerdo que en una conferencia sobre este tema hace unos años, un historiador militar explicaba que está demostrado que los soldados y guerrilleros de origen campesino, acostumbrados al manejo de las herramientas del campo y la siega eran muy diestros y eficaces usando los fusiles con la bayoneta calada, sobre todo frente a los regimientos franceses de línea, más acostumbrados al fuego a distancia en el orden de batalla. Me imagino a aquellos ourensanos que habían cambiado el arado o la guadaña por el fusil ensartando invasores. Eran temibles.

La investigación de Estévez Pérez que nos sirve de guía en esta evocación, cita la acción llevada a cabo por los provinciales de Ourense el 3 de agosto de 1812, a las órdenes de su coronel Manuel Domínguez en la ocupación de Tordesillas. En aquellos usos de la guerra, tras la batalla, los regimientos franceses salieron en orden y formados, desfilando delante de los provinciales de Ourense. Fue como se ve en las películas de guerra. Se pueden imaginar la imagen de los orgullosos “gabachos” con sus penachos y vistosos uniformes, desfilando rendidos delante de aquellos paisanos de Ourense, ataviados cada uno como podía, pues estando en batalla no había tiempo para cuidar adecuadamente la uniformidad. Estos curtidos ouresanos de lo que hablamos adquirieron fama y prestigio e incluso años más tarde volvieron a aparecer en la I Guerra Carlista. Pero esa ya es otra historia. Creo que la ciudad de Ourense debería dedicarles una calle. Pero para eso se precisa que la rijan personas con cultura y sensibilidad, hoy escasas.

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