Opinión

Juan Carlos I, el Faruk español

Del actual momento que vive la Monarquía española es expresivo dato que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) lleve varios años sin preguntar por lo que opinan los españoles sobre la Corona; la residencia en el extranjero por parte del rey honorífico, relacionado al mismo con investigaciones llevadas a cabo por un fiscal suizo, por sus conexiones con fundaciones en paraísos fiscales, de lo que se ha derivado en interés de la Fiscalía del Tribunal Supremo por sus supuesta actividades como comisionista en negocios internacionales, el hecho de que tuviera –previamente alertado—de regular con Hacienda sus obligaciones fiscales, derivadas de las rentas obtenidas sin declarar y la denuncia de su antigua amante en Londres, por acoso y amenazas, en las que implica a los propios servicios españoles de inteligencia, configuran una realidad penosa. Pero la peor evidencia de la conducta de Juan Carlos I ha sido, por un lado, la renuncia de su hijo a la herencia o todo beneficio de los intereses de sus padres en paraísos fiscales, la retirada al honorífico del sueldo que percibía de la Casa Real y finalmente, la salida de éste del país, con la pretensión de alejarse del foco del escándalo y evitar sus efectos sobre la imagen de la Corona, que además se dotó de una especie de código ético con el que no casaría hoy en día la conducta de ex monarca a lo largo de su vida.

Resulta inevitable en esta hora, pasar revista al propio proceso que llevó a Juan Carlos a la jefatura del Estado, no como sucesor de su padre, el conde de Barcelona, sino del general Franco, quien según los propios panegiristas del franquismo lo “adoptó” como hacían en tiempo los emperadores romanos, al tiempo que los fieles a don Juan de Borbón siempre censuraron el pragmatismo del ahora rey honorifico y el propio trato que reservó a su padre de quien acabaría recibiendo lo que ha dado en llamarse la “herencia histórica”.

Se ha dicho con razón que Juan Carlos I “siempre ha hecho lo que le dio la gana”. Es cierto. Sus turiferarios de todo tiempo, especialmente del presente, consideran que su afición al dinero y a las mujeres es una cosa normal y natural que pertenece a su esfera privada y doméstica, en lo que lo demás no deben entrometerse. “Los reyes son así”. De ahí que en estos días resulta especialmente chocante recordar aquello que dijo a los españoles en su último mensaje de Navidad, 2013, al tiempo que lo que el mismo calificaría más tarde como “vida privada”, cuando dentro de esa vida sus comportamientos no eran precisamente ejemplares dijo: (quiero transmitiros) “la seguridad de que asumo las exigencias de ejemplaridad y transparencia que hoy reclama la sociedad”. El recuento de esta historia no falta nada: hasta la implicación de los servicios de inteligencia del Estado, la CNI, en episodios de cobertura de las aventuras de Juan Carlos con actrices del destape con la que estuvo relacionado muchos años, Juan Carlos ha sido comparado y considerado como el “Faruk español”, dado la coincidencia con el frívolo estilo de vida de ambos. El último rey de Egipto se fue al exilio con una fabulosa fortuna acumulada durante su reinado y se instaló en Italia. Vivía entre Capri, Roma y Mónaco. Dejó para la historia una frase memorable: “Dentro de poco sólo quedarán cinco reyes, el de Inglaterra y los de la baraja”.

Te puede interesar