Opinión

Memoria de corresponsal de “La Región” y los periodistas de hace medio siglo

Ahora, que acabo de cumplir 75 años, estoy revolviendo mis archivos de más de medio siglo de periodismo, pues barajo la posibilidad, dado mi caudal de material literario, gráfico y sonoro, de acometer mis memorias. En ese recuento, porque fui siempre ordenado y guardé los recortes de cuanto escribí, emerge mi larga y fecunda vinculación a ”La Región”, de la que fui corresponsal en Vigo entre 1972 y 1981, por lo que viví los últimos años del franquismo y primeros de la transición. Creo ser, por tanto, uno de los supervivientes de la redacción de hace medio siglo. Aparte de mis noticias y artículos de actualidad diaria, llegué a firmar todo tipo de contenidos y reportajes y una crónica de análisis político semanal. Coincidió mi vinculación a este periódico con mi breve etapa en la radio en la ciudad del olivo, pero continuó siendo ya redactor del “Faro de Vigo”, ya que pude compatibilizar mi corresponsalía por la buena relación entre ambas empresas y que entonces no existía entre ellas, por sus espacios de difusión, competencia alguna.

En aquel tiempo, yo enviaba por crónicas a diario a través de los servicios de télex de Correos, pero incluso –porque no existían los medios con que hoy contamos—por conferencia telefónica directa, de modo que yo dictaba el texto al inolvidable compañero Manolo Rey, al que con tanto cariño recuerdo. Los sábados que yo venía a Ourense iba directamente a la vieja redacción de la calle Cardenal Quiroga, a escribir mis crónicas. He sido por tanto compañero de aquellos excepcionales periodistas de mi tiempo, desde el director Ricardo Outeiriño al redactor jefe, Isidoro Guede, que firmaba Gwede o Carlos Almendrades. Ya se habían ido a Ferrol Arturo (Ruco) Lezcano o Alejandro López Outeiriño. Pero quedaban otros periodistas inolvidables, como Álvarez Alonso, uno de los mejores entrevistadores que he conocido, o el citado Manolo Rey, Luis Padrón, Servando Ellacuriaga, Alfonso Sánchez Izquierdo, Maribel Outeiriño, Alvarado, Julio Gimeno y otras plumas ilustres que escribieron la historia de Ourense durante décadas. Gimeno debe citarse aparte. Sobre él escribió un precioso memorándum Ruco Lezcano, que es un retrato cariñoso y divertido, pues no en vano lo consideraba uno de sus maestros, al que sitúa dentro de la pléyade intelectual de aquel Ouerense de los años sesenta, donde anotaba el recuerdo de Risco, Otero Pedrayo, Florentino Cuevillas, Xocas, Ferro Couselo y otros tan singulares como Ernesto Gómez del Valle, Manuel Luis Acuña, Manolo Prego, José Luis López Cid, Antonio Failde, Luis Trabazo y etc., etc., “porque si no, inevitablemente, omitiremos a alguien”, que decía Lezcano, quien recuerda que Gimeno, tras la elaboración del diario del día se encargaba del cierre. Era un genio. Ganaba un año tras otro la Olimpiada del Humor que se convocaba en Valencia, hasta el extremo que dejaron de convocarla. Y no puedo olvidarme del entrañable Reza o de otros personajes singulares, como el corrector Eligio y el personal del taller diverso. Ya he contado la anécdota de que el director don Ricardo Outeiriño manifestaba que todas las secciones del periódico eran importantes por igual para los lectores, por lo que había que ser cuidadoso con las necrológicas, los obituarios, la cartelera de espectáculos y las notas de sociedad.

Haber sido coetáneo de aquellos periodistas y haber contribuido a llenar espacios en la hemeroteca de “La Región” es una parte esencial de mi propio currículum y palmarés como periodista en un tiempo histórico. De ahí que me puedo permitir recuperar directamente los episodios de aquel periodo de los que fui testigo. Volver a tener delante los recortes de aquellos días produce una especial emoción y constituyen un banco de datos valioso del periodismo de entonces. Era mucho más dinámico, variado y completo de lo que pudiera parecer y en conjunto, aquellas crónicas, entrevistas y artículos son un banco de datos que nutren la perspectiva de la vida cotidiana de esta ciudad nuestra y de Galicia toda. Aunque luego acabé en la docencia universitaria en el ámbito de la comunicación, cada vez que he tenido que recordar mi currículo, anoto con orgullo mi etapa en este periódico, en la que tanto aprendí de aquellos inolvidables compañeros. Eran periodistas que hoy calificaríamos de “todo terreno”. Pero quiero destacar lo cuidada que era entonces la redacción de los contenidos, como puede comprobarse con un simple vistazo a la hemeroteca. Yo fui su compañero. Escribían mucho y escribían bien.

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