Opinión

Mis recuerdos de Virxilio y de aquellas gratas conversaciones

Virxilio, al inicio de los 80, durante una entrevista.
photo_camera Virxilio, al inicio de los 80, durante una entrevista.

Nunca hablara yo en este repositorio de recuerdo de Virxilio Fernández Cañedo, a quien Méndez Ferrín calificada de “intelectual de la pintura” y otros lo definieron como el gran pintor de la melancolía. Repasando mis viejos archivos de periodista sale a mi encuentro una vieja foto de los años 80, haciéndole una entrevista en la Redacción de “Faro de Vigo”. Acababa de regresar de Alemania y nuestra conversación fue gratísima por la serie de vivencias que me contó de su estancia en los dos Berlines. Recuerdo que me dijera que entonces tuvo ocasión de conocer y tratar a uno de los más famosos cartelistas republicanos de la guerra civil, Josep Renau. Escuchar a Virxilio, que era grato conversador, hablar de Renau fue fascinante. Todavía lo recuerdo con emoción, pese al tiempo transcurrido.

De Renau se ha escrito que fue uno de los mejores cartelistas de su tiempo, pues supo simultanear de forma muy personal en sus obras los tres lenguajes más utilizados en la época como el fotomontaje, el aerógrafo y el dibujo, a la vez que introducir recursos novedosos en el cartel como la composición en horizontal. Hoy como ayer, sus carteles de la guerra son impresionantes. ¿Por qué lo conociera Virxilio en el Berlín de la entonces RDA? Pues porque Renau, tras exiliarse a México hasta 1958, se mudara al Berlín Oriental, donde permaneciera hasta 1982. Renau, pudo volver por primera vez a España en 1976, con un visado de tres meses y con pasaporte mejicano.

Virxilio falleció el 11 de septiembre de 2011, a los 86 años, tras una larga enfermedad y aquel excelente artista, ya apenas salía de su refugio O Cumial. Dentro del grupo de pintores y escultores ourensanos de su tiempo estaba considerado con Prego entre los de más profundo nivel intelectual, sin desmerecer a los demás. Era muy grato, para quienes tuvimos esa oportunidad, de mantener largas conversaciones con él. Hombre de visión cosmopolita del arte, expuso su obra por Europa, sobre todo Francia y Alemania. La proyección la misma, pese a sus raíces gallegas, trasciende de este marco y se adentró en otros estilos de la época. Para muchos de sus críticos era sobre todo un formidable dibujante, de enorme técnica, y al tiempo, como queda dicho, capaz de reflejar como nadie en sus cuadros la melancolía de la vida y paisajes con sentimiento.

Nacido en 1925, recuerdo que ya mayor parecía un artista que empezaba cada día. Todavía hoy recordamos la apoteosis de aquella gran exposición de su obra que se montara en el Centro Cultural de la Diputación de Ourense. Una parte substancial de ésta forma hoy parte de la Colección Abanca. Virxilio recordaba especialmente a su maestro Luis Xesta, con quien aprendió a pintar aquí antes de continuar estudios en la École National Supérieure des Beaux Arts, de París. De regreso a Ourense, se inició una etapa de exposiciones, que ya iniciara en 1954 en el Liceo. Luego llevó su obra a Italia y Alemania, país a que siempre se vincularon sus mejores éxitos. Cuando yo lo entrevisté estaba entusiasmado con el éxito de su gran pintura mural sobre madera para el aeropuerto de Santiago de Compostela.

De su obra se ha escrito que, “pese a ser un artista de línea tradicional, fue asumiendo las nuevas tendencias que surgieron en Europa, de modo que su estilo de formas y colores evoca el arte popular”. A pesar de ser un artista de línea tradicional, se nutre de nuevas tendencias que emergen paralelamente en Europa dotándolas de cierta ingenuidad en formas, colores y técnicas que se encuentran en el arte popular. En este sentido, puede ser relacionado con el grupo apodado por Vicente Risco como los “Artistiñas”, grupo orensano de artistas muy jóvenes que fueron apadrinados por don Vicente, por cuanto este variado colectivo compartía la necesidad de situar el arte gallego dentro de los aires renovadores de aquel tiempo. Virxilio sobresalía por la sencilla originalidad de sus obras y por la incorporación de materiales con los que junto al color y el trazo adquirían relieves, mediante el tratamiento con el añadido de arenas y polvo de mármol. Aquel día en Vigo, a dónde viniera a exponer en una de las salas de Caixanova, me decía que era preciso no detenerse nunca y dentro del propio estilo, perfeccionarlo siempre. Gran artista y persona de esos ourensanos irrepetibles que tuve la suerte de conocer. Por cierto, que entre las cosas que me contó, es que don Ramón Otero Pedrayo le diera algún consejo sobre el color a utilizar en su obra, en su opinión, para representar mejor a Galicia.

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