Opinión

La noche que se llevaron a Doña Concha

Tener un amigo en la Policía Municipal de Ourense era en mi tiempo –y ahora—un valioso contacto para enterarse de cosas esenciales de lo que se cuece en la espesa sopa del Excelentísimo Ayuntamiento. Así pude enterarme de que, en la madrugada del 4 al 5 de febrero de 1969, con nocturnidad, se iba a proceder al traslado de la Estatua de Doña Concepción Arenal desde la plaza del Obispo Cesáreo, lugar donde llevaba más de 70 años a una rotonda frente al Palacio de Justicia, pese a la oposición generalizada del pueblo de Ourense, que dejó constancia de su ciudadana sensibilidad en las páginas de La Región, incluidas las razonadas opiniones de don Ramón Otero Pedrayo y de Eduardo Blanco Amor. Pocas polémicas tan encendidas hubo como aquella.

Y gracias al aviso de mi amigo, pude estar presente en la retirada de la estatua de la ilustre penalista, atrapada por una grúa mecánica, al tiempo que se destruía su histórica base, levantada en 1898. Escribí del episodio una de las más tristes crónicas de mi vida. El conjunto del monumento fuera diseñado por Parada Justel y V. Gulias, destacando el airoso el pedestal, luego sustituido por un cajón de granito en su nueva ubicación. Los presentes en aquella fría noche ourensana sentíamos doble frio, en el cuerpo y el corazón al ver a doña Concha de tal modo tratada. El problema de la corporación de entonces era de concepto, de poca sensibilidad y cabezonería, pues no es lo mismo una rotonda, que es un elemento regulador del tráfico, aunque esté delante del Palacio de Justicia, que un jardín urbano, donde juegan los niños y se solazan los ciudadanos, y se hacen ofrendas y homenajes. La estatua, en su lugar original, junto al Puente, las Burgas y la catedral, era el elemento más simbólico de Ourense, como puede comprobarse, que aparece en las postales de la ciudad a lo largo del siglo XX. Aquella madrugada algunos lloramos. Y ya se ha pedido que la devuelva al lugar de donde nunca debieron retirarla.

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