Opinión

La olvidada historia del castillo Ramiro, cuyos vestigios vale la pena visitar

Don Ramón Otero Pedrayo, con su habitual sentido del humor, solía comentar que su abuelo presumía que Ourense fuera la única ciudad de Galicia en la que los franceses no entraron de frente. ”¿Cómo era eso posible—añadía—si Ourense nunca tivo murallas”. Y seguidamente añadía: “O que pasaba era que había tanta lama que os cañóns se lles atouraban e tiveron que dal-a volta” Y luego seguía, “mais están os peitos dos homes”. Decía don Ramón que, como plaza militar, nuestra ciudad nunca fue gran cosa y lamentaba que ni siquiera se conservara el castillo Ramiro o de Miraflor en la parroquia de Cabeza de Vaca. Este asunto tiene propia e interesante historia, adobada por el propio abandono de los diversos y sucesivos regidores municipales que nunca mostraron el menor interés por cuidar al menos la conservación digna de aquellos restos, cuyos vestigios fueron prácticamente borrados con la construcción a nivel de los depósitos de aguas.

Todavía en mis tiempos juveniles y adolescentes recuerdo haber hecho alguna excursión al montículo donde estuviera el famoso castillo, del que pocos ourensanos de estos días parecen tener noticia. Tengo el propósito de volver por allí y ver lo que queda, si queda algo. Pero sobre la historia de este adarve han escrito muy documentadamente estudiosos y especialistas en historia medieval, lo que nos permite hacernos una idea de qué fue de aquel castillo que dominaba la ciudad desde una discreta altura y que, de haberse conservado, como el de Monterrey otros, sería hoy un interesante elemento para conocer la historia de esta ciudad. De todos modos, invito desde aquí a que se den una vuelta por allí, porque está muy cerca, los amigos de la historia que lean ésta.

Como ustedes saben, Ourense nunca fue ciudad de realengo, sino de señorío, de suerte que el señor de la urbe era el mismísimo obispo, categoría que, hasta tiempos recientísimos conoció a los más diversos personajes, a cual peor. El castillo Ramiro o de Miraflor fue construido a finales del siglo XII en el montículo que domina la ciudad como observatorio de las entradas a la misma. Desde ese castillo, los obispos imponían su autoridad a los vecinos de la época, y fueron diversos los conflictos entre la mitra y el pueblo llano. La mitra es una prenda con que los cardenales, arzobispos, obispos, abades, cubren y adornan su cabeza en las funciones de su ministerio. Los que detentan tal privilegio se denominan “mitrado”. Pero en aquel tiempo, los obispos como el de Ourense eran señores feudales, a caballo, con todos sus privilegios. Todos. Lo de castillo Ramiro, según los historiadores se debe a que fue levantado en tiempos del rey Ramiro I de Asturias.

Los vecinos de Ourense de aquellos tiempos medievales estaban bastante hartos de sus obispos y de sus abusos. La Iglesia, tan alejada del mandado cristiano, disponía; es decir, el obispo y su camarilla, de repetidos privilegios, aparte de exprimir a sus súbditos, con diezmos y primicias que llegaron hasta tiempos recientes. El gran protector de este tipo de vida fue Enrique II de Trastámara. Los ourensanos derribaron el famoso castillo, en una de las revueltas, pero Juan I, hijo de Enrique, hizo reconstruirlo sobre sus espaldas donde estuviera el destruido, y lo llamaron castillo de Miraflor. Muchos ourensanos no saben que el famoso puente romano era asimismo un bien privativo de la nobleza ourensana, que obtenía buenas rentas por el cobro del portazgo a quienes transitaran por el mismo. Fue famoso el pleito al respecto entre el cabildo ourensano y Pedro Enriquez de Castilla, por lo posesión del castillo y del puente, administrador por el alcalde nombrado por el tal Enríquez. En los años sucesivos, Ourense tuvo que soportar todos los conflictos entre la nobleza castellana y las familias que administraban a su favor los bienes de la Iglesia y extendían la miseria entre la población.

El conflicto siguió hasta que los Reyes Católicos pusieron orden, historia recogida en la la “Crónica del Reino de Aragón”, titulada “Doma y Castración del Reino de Galicia, que fue todo lo contrario de lo que interpretó Castelao y el nacionalismo gallego, sino contra la desbocada nobleza, como explicó el medievalista Pardo de Guevara, ya que se puso fin a los desmanes de aquéllla. El castillo Ramiro o de Miraflor fue demolido en 1486, lo que debió de ser un alivio para los ourensanos de aquel tiempo. Pero el obispado no perdió su poder.

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