Opinión

Primer Congreso de Sociedades Gallegas en la emigración, tras la muerte de Franco

Una de las ventajas o si quieren privilegios de la edad es que uno tuvo ocasión de participar en acontecimientos históricos de nuestro país que paga la pena recordar. A lo que quiero referirme se celebró en Vigo hace 47 años, en el mes de julio de 1976. Tras la muerte de Franco. Fue un hecho de enorme relevancia histórica, política y sentimental. De aquí, de Ourense, asistieron muchos interesados. Fue el primer congreso que aunaba en Galicia a las sociedades gallegas desparramadas por el mundo; es decir, el primer Congreso de Sociedades Gallegas en la Emigración. Fue un acontecimiento lleno de simbolismo, en el que participaron setenta sociedades gallegas repartidas por todo el orbe, en el que aunó en la tierra madre a gallegos del exilio y de la emigración propiamente dicha. En total fueron 150 los congresistas. Tuve de aquella la oportunidad de conocer a figuras como Arturo Cuadrado, Baldomero Cores Trasmonte, profesor de la Universidad de Rico; Emilio González López, catedrático de la Universidad de New York, que había sido director general de Administración local durante la II República, y los presidentes y de la galleguidad más diversa desde París al fin del mundo.

Hablé largamente con Arturo Cuadrado, periodista y editor, que llevaba 40 años en la Argentina, comisario político en la guerra, secretario que había sido de la comisión Estatuto. De él recogí la frase y divisa del congreso: “Los exiliados no venimos a morir el exilio, sino a vivir y participar”. Fue una reunión intensa, muy debatida y abundante de ideas sobre el futuro de Galicia. Hubo diversas recepciones a los representantes del exilio y la emigración, y las intervenciones mostraron un elevado nivel de contenidos. Hubo momentos de tensión entre el dinamismo de aquellos retornados y la representación del entonces plenamente vigente Instituto de Emigración que mantenía viejos tópicos y misma justificación sobre las causas de la salida de tantos miles de gallegos a lo largo de la historia. El papel de Arturo Cuadrado resultó particularmente atractivo. Me contó esa parte tan esencial de la que había sido su vida y el modo en que tuvo que afrontar su situación cuando la guerra lo sorprende en Madrid, de hecho, se convierte en una base para escribir su primer poemario publicado en Valencia al tiempo que desde “Nueva Galicia” desparrama y defiende a los republicanos. Gracias a Pablo Neruda pudo huir de la represión y llegar a Francia con un especial visado y luego a Buenos Aires, donde se instala con ayuda de Luis Seoane, y con Lorenzo Varela encuentra acomodo, del que saldrían las editoriales en las que concentrará su vida. Además de esta labor, publica los libros de poemas “Soledad imposible” “Amar amor”. Hizo, luego de aquel año de 1976 muchos viajes de ida y vuelta, mismo que fue una pieza esencial en la articulación del gallego moderno como literaria.

Siguen siendo de enorme valor el conjunto de sus artículos en “Galicia”, órgano de la Federación de Sociedades Gallegas en la Argentina. Mi recuerdo tiene que ver precisamente con Arturo porque fue todo un símbolo de aquella emigración intelectual. En aquel congreso se habló más del presente y del porvenir y que los emigrados esperaban que los gallegos del presente y del futuro habrían encontrado en la tierra madre los medios para no tener que abandonarla como les ocurrió a ellos. Aquel congreso fue un adelanto, y estamos en 1976, apenas pocos meses luego de la muerte de Franco, para reivindicar para Galicia un Estatuto de Autonomía, moderno, completo y bien trazado que había establecido el marco económico, cultural e idiomático que enlazara con las ansias del frustrado Estatuto de 1936. Ahora bien, en aquel espacio del congreso se reunían dos mundos, dos realidades, ya que se encontraron desde un procurador en Cortes franquistas, un falangista que representaba el Centro Gallego de Madrid, y un montón de sociedades en las que predominaba el exilio y la salida de España. Hubo momentos especialmente tensos, dentro y fuera de las sesiones del congreso. Y yo fui testigo. Otra de las figuras que tuvo una actividad destacada fue el comunista grovense Ramón Garrido, exiliado, presidente de la Casa de Galicia de París, y superviviente de un campo de concentración de los nazis. Un sector de los presentes, especialmente de izquierdas trató de que aquel congreso emitiera, luego del debate, conclusiones políticas y no sentimentales, o meramente formales como parecía que era del gusto del Instituto Español de Emigración. El sector más progresista estaba formado por la Federación de Sociedades Gallegas en la Argentina, y los centros más importantes de París, Ginebra y México. “Y es de destacar –diría Cuadrado como portavoz de este sector— que se reconociera la palabra nación en lugar de región referida a Galicia”. Y, además, en las conclusiones, en la histórica fecha del 25 de julio de 1976, como destacaba Cuadrado, se incluyó la petición de amnistía para todos aquellos detenidos por motivos políticos y sindicales y el autogobierno para Galicia. Conviene recordarlo ahora.

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