Opinión

Recuerdos evocadores de aquellas fiestas de Ourense en los años 70

Fueron el final de una época y quienes las recordamos sentimos una inevitable nostalgia, como en mi caso, al reencontrarnos en los archivos con viejos programas, documentos y fotos de la época. Como ya he contado, los números esenciales de aquellos tiempos eran las verbenas del Posío, el Rally, el Festival del Miño y la batalla de flores. Pero sobresalía sobre todo, pese a las reticencias de aquel obispo trentino que tanto perturbó las celebraciones hasta que el alcalde David Ferrer Garrido lo puso en su sitio. Bien puesto. Pero entonces existía un ambiente de fiesta, de celebración, de animación en calles y terrazas hoy desaparecido.

Los que justifican la pérdida de ambiente dicen que hoy se vive de otro modo, de fiesta continua, por lo que las celebraciones de junio han dejado de ser un acontecimiento extraordinario en la rutina cotidiana de la ciudad. Pero en otros lugares, donde se vive al mismo ritmo de vida, las fiestas conservan lo que en Ourense se ha perdido o diluido. Entonces, las fiestas tenían un determinado marco de ceremonias concretas, desde la elección de la reina (también la infantil) y otros eventos, como el nombramiento de presidente de honor del Festival del Miño, que solía recaer en una autoridad pública o personaje relevante. También era ocasión de especial hermanamiento con Portugal.

Puede que fuera un ambiente provinciano, pero encantador, desde el pregón mismo a las recepciones en el Ayuntamiento. Recuerdo que era especialmente brillante la que se celebraba en el salón de plenos a los participantes en el Festival del Miño. Sobre las fiestas de Ourense escribían en la prensa Blanco Amor y el mismísimo Otero Pedrayo, evocando que se iniciaran propiamente con el siglo veinte, con marcadas diferencias entre las sociedades y la calle.

Los periodistas y hombres de la radio de aquel tiempo llenábamos espacios con noticias, comentarios y entrevistas y otros contenidos. Recuerdo el impacto que supuso la primera vez que vinieran las “Majorettes de Montpelier”, a las que yo seguí de cerca y que se alojaban en el Colegio Menor. Pero no faltaron entonces las condenas desde los púlpitos tramontanos a la presencia en las rúas de las jóvenes francesas, tan del agrado del público masculino. Recuerdo especialmente el cuidado con que se editaban los programas y conservo como joyas las tarjetas y pases de las que nos proveía la comisión de fiestas para libre acceso a todos los eventos.

Los que confeccionaban y diseñaban las carrozas eran personajes populares y queridos, y las chicas que luego lucirían en las carrozas no sólo en Ourense, sino en Vigo y en otros lugares de Galicia. No sé si se sigue exportando esta industria ourensana. Ya saben que una de las más agrias polémicas de aquel tiempo se debió a la imposición del burgalés Temiño de separar las conmemoraciones religiosas en cuanto al calendario de las profanas, pese a los intentos de la comisión de fiestas de buscar una determinada conciliación. Esa postura no sólo se manifestaba en el Corpus, sino en otras fiestas y conmemoraciones como la ofrenda a San Roque que realizaba el Ayuntamiento, el tal Temiño se opuso a que el mismo día se celebrara una verbena en el Posío, y el alcalde David Ferrer no se lo permitió, y no hubo ofrenda en la catedral, sino un acto civil en el salón de plenos del Ayuntamiento.

Como ya he contado a mí, que lo viví intensamente y lo retransmití a toda España me da especialmente pena que se haya perdido aquel Festival del Miño que, a mi entender, pudiera haber sobrevivido con la adecuada adecuación como evento cultural y musical, no necesariamente como una competición. Era, sin la menor duda, el acontecimiento principal y más simbólico de aquellas lejanas fiestas añoradas de nuestra juventud. Aunque sólo me coincidió estar en Ourense en una de las fiestas recientes francamente no percibí el menor atisbo de que fueran como las que yo conociera.

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