Opinión

Sentido perdurable de la Fiesta Nacional y el 12 de octubre

Resulta sorprendente que, bajo el disfraz de una reflexión intelectual, se aproveche la celebración del 12 de octubre, para largar sugerencias de aparente labrado científico, a la moda de los movimientos centrífugos emitidos en algunas porterías de la política para cuestionar la propia existencia de España como nación, su configuración y su propia existencia, fuera de un agregado incompleto, no cuajado y en permanente proceso de deconstrucción. Y para que en esa sopa no falte de nada, reduciendo el concepto de Estado y de nación a una especie de ilusión meramente óptica, se use como argumento a contraponer la propia dinámica de los entes territoriales que malamente componen el conjunto.

El concepto de España toda fue en su momento el eje del pensamiento de los llamados “Doctrinarios” que la proclamaban sin reserva alguna, cuyas ideas se plasman en la Constitución de Cádiz. Nadie lo ha expresado mejor que el ponente constitucional comunista el profesor Jordi Solé Tura: “España no es una invención, no es un artificio histórico; es una realidad forjada por la historia que se ha organizado políticamente mal y queremos organizar políticamente bien. Por eso estamos hablando de autonomías, por estamos intentando llegar a una concepción distinta de la organización política, y hay que terminar con el eufemismo de designar esto con el nombre de Estado español. Hay que decir las cosas con toda claridad: España no es una realidad uniforme, pero es una realidad, y es tarea de todos hacer que, incluso sus propios símbolos sean reconocidos como tales”.

Pero pese a este centrado sentimiento, en la España moderna, en algunos frívolos parece haber revivido ese pensamiento agónico de España del que se quejaba Ortega, y eligen el 12 de octubre para predicar esa agonía. En esta fecha, a la sombra del indocumentado antiespañolismo exportado por pintorescos personajes del territorio americano, algunos se han folgado en recordar los tópicos de la leyenda negra que el profesor Nigel Towson atribuye a que ni Holanda ni Inglaterra, ya que capaces de vencer a España militarmente, recurrieron a desprestigiarla del modo conocido. El profesor argentino Marcelo Gullo Omoedo sostiene que la leyenda negra fue la obra más genial del marketing político británico, pero que los españoles se han creído la historia de España e Hispanoamérica que escribieron sus enemigos tradicionales, y se avergüenzan de un pasado del que deberían sentirse orgullosos. Pero el problema es la propia desintegración moderna en el uso cotidiano del propio concepto de España en el terreno práctico de la política nacional. Hace veinte años, el profesor Manuel Jiménez de Parga y Cabrera, jurista, político y diplomático español, publicaba en ABC un memorable artículo que titulaba “La nacionalización de España”. Entre otras cosas, decía: “Era impensable, en el primer tercio del siglo XX, que uno de nuestros maestros hubiese dudado, o tuviere recelo de clase alguna, al utilizar la palabra «España». Por el contrario, en todos ellos se nota un acercamiento sentimental a la idea de España. Flotaba en el ambiente lo que Antonio Machado hace decir a Juan de Mairena: “La patria es, en España, un sentimiento esencialmente popular”. En resumen, el 12 de octubre es, pues, una fecha adecuada para reivindicar el concepto de España como nación y su herencia en América, tanto en el pasado antiguo como el que estuvo marcado por el exilio creciente.

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