Opinión

El singular Benedicto Conde “Bene”, que regalaba sacos de sueños

Benedicto Conde.
photo_camera Benedicto Conde.

En este repositorio, donde de vez en cuando recuperamos el recuerdo de ilustres personajes que vale la pena evocar y que por aquí y allá y tuve la suerte de conocer. Hoy recuerdo al periodista Benedicto Conde, “Bene”, quien regalaba sacos de sueños a sus amigos, ya que escribía lo que soñaba y lo entregaba a la gente que lo quería. Conde Corbal ilustró de modo singular un libro dedicado a este singular personaje. Esos trabajos forman parte de lo mejor de nuestro inolvidable artista. Bene había nacido en Vigo, en la parroquia de Santa María de Castrelos, el día siete de mayo de 1895. Inició estudios primarios en las escuelas rurales de San Pedro de Sárdoma y Castrelos, y siguió estudiando en clases nocturnas después de la jornada de trabajo artesano y como el mismo escribiera “con un farolillo de candileja de aceite en un recorrido de más de cinco kilómetros de distancia por difíciles caminos de aldea en noches de invierno de boca y aullido de lobo, siendo el miedo su compañero la mayor parte del camino y de las noches”. Es el autor de una de las más hermosas colecciones de fotos de Galicia, muchas de ellas de los más diversos parajes de la provincia de Ourense.

Amante de la música, el dibujo y la lectura, fue alumno nocturno, tras el trabajo, en la Escuela de Artes y Oficios las asignaturas de dibujo de adorno, física y geometría. A los quince años marchó a A Coruña, al servicio de una noble familia, con bienes en la comarca viguesa, como mayordomo y mecánico de automóvil, con el propósito de compaginar los servicios de la casa con los estudios de música y otros aspectos de sus inquietudes. En esta época inició incluso estudios de solfeo. Contaba que poco tiempo después y por un brusco cambio de fortuna, desaparecieron de la casa muchas amistades que en ella hacían diaria tertulia, “marchó todo el servicio, menos una persona, el mayordomo, quien afrontó la tarea de seguir leal a la familia en su derrotero de infortunio”. Fiel a la familia a la que servía, vino con esta a Vigo, a la mansión señorial que disponía de tierras cultivadas y bosques, donde comenzó una nueva etapa de su vida de labriego, sin olvidar sus inquietudes literarias y artísticas. A los 35 años, se marcharía a Madrid acompañando a un periodista sudamericano desembarcado en Vigo y que hacía un recorrido por diversas regiones de España en automóvil propio, un “Pontiac”, cuyo periplo terminaba en la capital. Vivió la proclamación de la República del treinta y uno, de cuyos episodios callejeros obtuvo varias fotografías, puesto que esta era una de sus mayores aficiones. A los pocos días el periodista americano regresó a su país, vía Barcelona entregándole una pequeña cantidad de dinero, escuetamente el necesario para el regreso a Vigo en tren. Regreso que no hizo de momento, quedándose en la capital para buscar en ella trabajo. Desde entonces hasta el final de sus días creó una valiosa colección de fotografías, la mayor parte de ellas, de Vigo y los sucesos de su tiempo.

Fue alumno de la histórica escuela de “El Debate”, la primera de periodismo que se creó en España. Para sobrevivir en Madrid se hizo taxista nocturno, de acuerdo con otro taxista que explotaba su coche -un Citroën Landó B-12-, que se lo facilitaba por la noche para explotarlo a medias de la recaudación. Dice Bene de esta etapa: “Este sistema de trabajo de servicio público de transporte discrecional como es el taxi, le servía al estudiante de periodismo de inestimable elemento de trabajo intelectual, por la observación directa de la vida nocturna de una gran ciudad con sus virtudes y sus vicios, sus alegrías y sus llantos, sus despilfarros y sus miserias, su verdad y su mentira; en cuya infinita gama de circunstancias tiene el periodista materia de observación y abundante material constructivo para sus obras de información o comentario, teniendo por redacción la calle y por mesa de trabajo periodístico el volante del coche en donde apoya el block de notas y escribe las impresiones del ambiente que en cada momento vive”.

Estando en Vigo le sobrevino la guerra civil, por lo que comienza entones su vida periodística tan fecunda aquí. Empieza como “corrector de pruebas” en el “Pueblo Gallego” y más tarde redactor, donde trabajaría quince años, antes de pasar a Faro de Vigo, diario por el que pasa por todas las secciones y donde se producen sabrosas anécdotas que dejaremos para otro día. Es allí donde sus fatigados ojos sufren un grave accidente que le deja graves secuelas. A pesar de sus dificultades con la vista, nunca se rindió y nos dejó el testimonio de una singular colección de imágenes de Galicia publicadas semanalmente bajo el título de “O fermoso rostro do país”. En los anales del periodismo gallego figura su crónica de un viaje a Madrid en un coche de la época, y el relato de las incidencias de los pinchazos y el estado de las carreteras que convertía el episodio en una verdadera aventura. De su singularidad como personaje destaca que siempre peregrinó a Santiago, sin nada, pidiendo posada como antiguamente en cada parada del camino. Otro día recuperaremos alguna de aquellas singulares crónicas que siguen conservando la originalidad y frescura con que fueron escritas. El periodista Daniel Hortas le dedicó el libro “Con el viejo Bene en la isla”, ilustrado por Conde Corbal, y, en 1995, la Asociación de la Prensa colocó una placa de homenaje en su sede.

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