Opinión

El anarquista de Ourense

Nadie daba crédito a lo que se oía. Era difícil no quedar atónitos ante tal situación. Ni a Eugene Ionesco, creador del teatro del absurdo se le ocurriría. El hecho era de lo más surrealista… De buenas a primeras, en la noche del martes 25 de noviembre de 1902, un joven que decía llamarse Antonio Pérez del Pulgar se personaba en el cuartel de la Guardia civil de Ourense y, sin más, declaraba que tenía orden de atentar contra el rey Alfonso XIII. El comandante del puesto, patidifuso, no podía creer lo que estaba oyendo. Pese a todo, como requería el protocolo, le tomó declaración. Y, el asunto era tan delicado que, con urgencia, lo derivó al gobierno civil. Ante el gobernador no solo no se desdijo, sino que ratificó la confesión inicial: “Soy argentino y anarquista figurando en la sociedad secreta a la que pertenezco con el número 6 y habiendo sido comisionado para dar muerte a Alfonso XIII”. Pronto los medios lo presentaban como El anarquista de Ourense.

El aspirante a regicida afirmaba que había sido víctima del azar. Siete compañeros habían puesto en manos del destino dilucidar quién de ellos sería el responsable de poner fin a la vida del monarca español. Y le había tocado a él. No obstante, desistía y se entregaba a las autoridades -aun conociendo la temible “ley Cambra” que era una soga al cuello para los anarquistas-, para hacer, al menos, propaganda del hecho. El complot, a juicio del presunto anarquista, había fracasado por falta de apoyo de compañeros españoles que “no eran hombres -decía- sino gallinas” o “carneros castrados” -expresión que se utilizaba en Argentina para calificar a quien carecía de valentía-. La trama y la obstinación por no delatar a los cómplices, lo relegaba a la cárcel, a la espera de que un viejo conocido con pasado ourensano -padre del futuro fundador de la Legión, y, con abuelos en Leiro-, José Millán Astray, se desplazase desde Madrid para interrogarlo.

Hemeroteca BNE. Procesado por atentar contra Alfonso XIII en 1913
Hemeroteca BNE. Procesado por atentar contra Alfonso XIII en 1913

Entretanto, las pesquisas periodísticas corrían a la par que las policiales. La noticia se difundió como fuego por la pólvora también en la prensa internacional. Las publicaciones londinenses, por ejemplo, hablaban de que algunos rotativos en EEUU publicaban un despacho de Madrid dando un relato exagerado sobre la detención del ácrata en la capital de las Burgas. Pero tampoco se quedaban atrás otros medios europeos como El Corriere della Sera, periódico de Milán, que ya se atrevía a decir que el anarquista de Ourense, posiblemente, fuese familiar cercano del célebre Venancio Pulgar. La vida de aquel revolucionario venezolano, apodado en Maracaibo El verdadero León de Zulia, había sido épica. Cuando las cosas se le pusieron mal se vio obligado a huir en un barco italiano, llamado Isolina, para no caer en manos de los federales. Se decía que le había entregado al capitán de aquel velero la cantidad de 240.000 francos por salvarle la vida.

Ahora bien, lo cierto, como ocurre en la mayoría de las ocasiones, fue que a medida que se fueron realizando indagaciones tanto sobre el personaje como sobre las tribulaciones por las que fue pasando en su odisea, se fue esclareciendo el desaguisado. Millán Astray, director de la cárcel Modelo de Madrid, tres días después de presentarse voluntariamente en el cuartel de la Guardia civil el presunto anarquista, lo sometía a un concienzudo interrogatorio empleando el método de Mr. Gorón. Este jefe de la policía de París de 1890 a 1894 había tenido éxito en la lucha contra el anarquismo. Había revolucionado el arte del interrogatorio policial mediante el recurso del “massage”, que no era otra cosa que, sin violencia, llevar al libertario a un estado de cansancio mental, para luego en un “corps a corps” entre el criminal y el funcionario, con perspicacia, acercarse a la verdad de lo acontecido. En aquella primera toma de contacto solo quedaba claro que, aquel joven de 22 años, había leído a Tolstoi, a Zola o Mirbeau; e incluso que tenía nociones de la Ley de Enjuiciamiento criminal. No obstante, existían dudas por resolver. Nadie con ese nombre, por ejemplo, había desembarcado en el puerto de Vigo. Es, en ese instante cuando cambia su declaración. Afirma que su nombre es Ángel Romazosa de la Mata. La investigación policial parecía corroborar esta declaración ya que un joven con esas señas de identidad, procedente de la República Argentina, tras viajar en tercera clase en el vapor Iberia, había desembarcado en la ciudad olívica el 9 de noviembre. Lo atestiguaban, además, otras personas, entre ellas la portuguesa Engracia, con la que había tenido un idilio. En seguida, un torrente de diarios se hacían eco de la noticia como El Heraldo de Madrid que afirmaba que “Ángel Pérez del Pulgar no es Antonio, ni Pérez, ni del Pulgar, ni argentino, ni, sin duda, anarquista”. Con todo, tampoco, era Ángel. Al fin, El Imparcial, desvanecía el misterio. El supuesto anarquista se llamaba Alfonso García de Matas, hijo de Domitila García de la Llera, nacido en Cangas de Onís el 22 de mayo de 1880. Después de graduarse en bachiller en el Instituto de Oviedo, con nota de sobresaliente, a los 17 años había emigrado con su madre a Buenos Aires, ciudad en la que fallecía.

En esta ocasión, felizmente, todo quedó reducido a un sainete dramático. El propio ácrata confesaba que todo había sido producto del hambre, si bien la comisión médica dictaminaba algo más… enajenación mental. Pese a todo, no dejaba de ser un hecho premonitorio. Pronto el cinismo del regicidio se personaría en la vida de Alfonso XIII. Primero, en 1906, en el día de su ceremonia nupcial; luego, en 1913, a tan solo dos meses de nacer su hijo Don Juan -el heredero que nunca reinó-.

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