Opinión

Carrascosa, el “Obispo de los obreros”

Edificio del Círculo Católico  de Obreros en Ourense en 1905.
photo_camera Edificio del Círculo Católico de Obreros en Ourense en 1905.
Calle Vicente Pérez. Postal de galiciana.
Calle Vicente Pérez. Postal de galiciana.

Algo estaba cambiando. Era una obviedad. O la iglesia se implicaba, o la revolución ganaba adeptos. Los programas de los partidos políticos no solo no resolvían los problemas del proletariado, sino que, más bien, los perpetuaban. Evidentemente, como aventuraba Lafargue, yerno de Marx, el socialismo se propagaría, como fuego por la pólvora, porque se había producido un cambio en las relaciones sociales. No había marcha atrás. Máxime, cuando Pablo Iglesias, en este instante, ya se acercaba más a los postulados revisionistas de la socialdemocracia alemana. Lo dejaba claro en un mitin que daba en Ourense, tres meses más tarde de que, en 1896, Carrascosa tomase las riendas de la diócesis ourensana.

Foto de la revista La Hormiga de Oro 06_09_1903 nº 36.
Foto de la revista La Hormiga de Oro 06_09_1903 nº 36.

La Dinastía, un periódico editado en Barcelona, no dejaba lugar a dudas sobre aquella metamorfosis cuando informaba de que el fundador del socialismo, en la ciudad de las Burgas, había hecho “una exposición de las doctrinas del partido, expresándose con mucha templanza y sin extremar la nota antiburguesa”. El aforismo, pues, de que el socialismo radical proclamaba la revolución social, y el socialismo católico pregonaba la paz social, comenzaba a desmoronarse. 

El papa León XIII lo tenía claro. O se participaba activamente, en el nuevo marco que establecía la encíclica Rerum Novarum, o serían otros, eso sí, bajo la bandera del secularismo los que pondrían los cimientos de la nueva sociedad. De ahí que acepte, estoicamente, que la prensa recubra su mensaje con el envoltorio del socialismo cristiano. A fin de cuentas, si alguien había llevado a la práctica el compromiso de compartir en aras del bien común, ésa -aunque fuese in illo tempore-, había sido la primitiva iglesia cristiana. Y si al Máximo Pontífice de Roma no le molestaba que se le conociese con el apelativo de “Papa socialista”, al prelado que ocupaba, tras Cesáreo Rodríguez -Caballero gran Cruz de Isabel la Católica-, la mitra ourensana, Pascual Carrascosa, tampoco le importunaba que lo conociesen como el “Obispo de los obreros”. Las propias Siervas de María, que se asientan en la ciudad, bajo su amparo solían referirse a él como “el amante de los obreros”. 

Fachada principal del proyecto de albergue para sacerdotes ancianos.
Fachada principal del proyecto de albergue para sacerdotes ancianos.

A pesar de su apariencia tranquila, el obispo auriense era un hombre de carácter enérgico con cierta influencia política -era senador por la provincia eclesiástica de Santiago de Compostela-. El arranque de genio que sacó al exigirle a la Diputación la devolución a la mitra de parte del Seminario que había ocupado el Instituto provincial, desveló su temperamento indómito: “O se me entregan inmediatamente las llaves -decía el oficio que le remitía a aquel organismo-, o acompañado de una pareja de la Guardia Civil y dos carpinteros, derribo a hachazos las puertas del Instituto que es parte de mi seminario y que esa Corporación detenta ilegítimamente”.

Lo cierto es que desde que se hace cargo del episcopado auriense, el 14 de julio de 1896, genio e ingenio, en su persona, caminaron de la mano. No dejó de acometer retos. Bien porque la semilla plantada en Ourense por Pablo Iglesias comenzaba a dar frutos -nacían grupos como la Agrupación socialista de Ourense o las Sociedades de Obreros Carpinteros y Canteros-, o bien porque urgía promover asociaciones con el sello cristiano, Carrascosa establece una hoja de ruta, con el fin de frenar la vorágine de quiénes querían cambiarlo todo. En 1900, reúne en su palacio a autoridades, a directores de centros de enseñanza, y a representantes de patronos y obreros, para proponerles la creación de un Círculo Católico Obrero. Echa a andar con 116 obreros en la lista de socios. Para darle más visibilidad, se desata su delirium tremens constructivo. Primero bendecía la primera piedra del Asilo de sacerdotes. Después, en 3437 m2 de terrenos, que había adquirido, pretendía construir el nuevo edificio del Círculo Católico de Obreros. La premura era tal que el propio “Obispo de los obreros” le encargó a Vázquez Martínez, que ultimase el plano y el presupuesto de la construcción de aquel edificio, a expensas de la diócesis. El arquitecto diocesano le presenta el proyecto que presupuestaba en 30000 pts. Simultáneamente, ideaba levantar un barrio obrero. Pretendía edificar, 20 casas higiénicas. La barriada estaba prevista construirla después de los asilos benéficos que el Prelado tenía pensado erigir en la calle de Vicente Pérez. 

El infortunio truncó su sueño. Al año siguiente del fallecimiento del “Papa socialista” -León XIII, era sepultado en 1903-, también al “Obispo de los obreros” le sorprendía la muerte. Y, alguna de sus obras inacabadas, generó desasosiego. El finado prelado había previsto entregarle 25000 pts. a la Junta Directiva del Círculo de Obreros. No obstante, la Junta creyó conveniente que fuese el propio Carrascosa, el depositario del dinero, si bien sería ella quien se encargase de hablar con el contratista para que comenzasen, cuanto antes, las obras. La desgracia hizo que el 15 de mayo falleciese, repentinamente, el obispo. En aquel instante, no solo se habían empezado los trabajos de construcción, sino que también en el almacén ya se encontraban parte de los materiales de la edificación. Muerto el prelado, el vicario capitular, Tomás Sousa, mandó suspender las obras. Pese a todo, el contratista amenazaba con demandar a la mitra si no se le pagaba las 10953 pts, que decía que se le adeudaba …Otros, solventaron el problema; pero, a la muerte del “Obispo obrero”, las mieses de la doctrina social católica cubrían casi todo el campo de la capital ourensana.

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