Opinión

La Unión Monárquica Nacional Ourensana

Acto de José Calvo Sotelo en Ribadavia. Preside la mesa. Archivo Museo Ribadavia.
photo_camera Acto de José Calvo Sotelo en Ribadavia. Preside la mesa. Archivo Museo Ribadavia.

Casi todos coincidían. Era, sin duda, un vendaje para una herida. La dictadura de Miguel Primo de Rivera, Marqués de Estella, había nacido en 1923, ciertamente, como un apósito temporal para contener la terrible hemorragia que ponía en riesgo la supervivencia del país. El putrefacto sistema de turno ya no podía contener la sangría. Por eso, muchos la aceptaron. Pero, cuando el fascismo, en Italia y Alemania, se convertía en la alternativa a la crisis de las democracias y a la crisis económica, las huestes republicanas en España se movilizaron, amenazando con derrocar la monarquía de Alfonso XIII. El rey, entonces, en seguida, admitía la dimisión de Primo de Rivera. De inmediato, el 28 de enero de 1930, el nuevo gobierno de Berenguer, trató, como pudo, con la “dictablanda”, de que no se desbordasen los odios que habían estado contenidos en la etapa del Directorio. 

A la calma forzosa, ahora, le sobrevenía, por un lado, la exaltación del movimiento republicano, por otro, la desorientación de los partidos monárquicos. Nadie le echaba ya agua, ni a los discursos, ni a los artículos incendiarios de unos y otros como, antaño, había hecho la dictadura, con la censura. Y la actividad política había entrado en un período de intolerancia. La treintena de partidos personalistas, fundados o en embrión, se afanaban en buscar acomodo en el nuevo mapa político. Uno de ellos, era Unión Monárquica Nacional (U.M.N.) que se alimentaba aún por el cordón umbilical de la aniquilada Unión Patriótica. La apadrinaban exministros -Guadalhorce, Calvo Sotelo, Yanguas o José Mª Pemán-, que sabían lo que era llevar el timón en aguas revueltas. 

Foto de Samaniego 1925. Dámaso Berenguer en Ourense en el Hotel Roma, cuando aún era capitán general de la Octava Región Militar.
Foto de Samaniego 1925. Dámaso Berenguer en Ourense en el Hotel Roma, cuando aún era capitán general de la Octava Región Militar.

Pronto hizo su aparición en Ourense. Tan sólo unos días después de que la Asamblea que se celebraba en Madrid, aclamase como jefe del partido a Guadalhorce, el movimiento echaba raíces, aquí, en la ciudad de las Burgas. En el mismo mes de julio de 1930, le eran presentados al gobernador civil los Estatutos por los que se regiría el Círculo de U.M.N. de Ourense. Y en poco más de un mes -el 4 de setiembre-, sus líderes más notables, venían en visita de propaganda a Galicia. Tras los incidentes subversivos, protagonizados por los republicanos, en A Coruña, pasan por Vigo, y, desde Mondariz, se dirigen a Ourense. 

En Melón, la caravana que los acompañaba se detenía en la casa de los señores Cendón y de la familia del que había sido alcalde de Ourense, Ginzo Soto. Luego, la comitiva avanzaba hacia la capital del Ribeiro. Allí, el Comité de Ribadavia de la U.M.N. - presidido por Emilio Gómez Arias, exvicepresidente de la Diputación provincial-, le daba la bienvenida a Calvo Sotelo y a José Antonio Primo de Rivera, hijo primogénito del expresidente del Directorio; Guadalhorce aguardaba a los actos de Ourense por causa de su afonía. Pese a que también aquí se habían repartido hojas de repulsa contra los propagandistas, una masiva afluencia de público les daba la bienvenida. Primero, eran conducidos al Club Artístico para obsequiarlos con flores; luego, asistían al banquete popular, que se celebraba en el Cine España. Los oradores entusiasmados incidieron en la labor constructiva -el grupo escolar o la plaza de abastos- de la Dictadura; genuina política de hechos, frente a la demagogia de las palabras -decían- de otros crápulas políticos.

Foto 1930 ABNE. Entrega de un ramo de flores a José Antonio Primo de Rivera   en Ribadavia.
Foto 1930 ABNE. Entrega de un ramo de flores a José Antonio Primo de Rivera en Ribadavia.

Por la tarde, la fiesta de confraternización entre los militantes y simpatizantes se trasladó a O Carballiño. La comarca del Arenteiro le agradecía a Calvo Sotelo - hacía 15 años que había sido diputado por este distrito-, el período de bonanza que había vivido la comarca desde 1923-1929. Lo cierto era que, siendo ministro de Hacienda, había incentivado la creación de la línea telegráfica con Leiro, carterías o la estafeta de segunda en Cea. Tramitó continuas partidas de subvenciones para la reparación de los templos de Punxín, Maside, o el propio O Carballiño; e, incluso, promovió la construcción de edificios públicos como el cuartel de la Guardia Civil, la plaza de Abastos o, en aquellas dos últimas localidades, los grupos escolares. Además, había mediado en la incorporación de la línea Santiago-O Carballiño- Ourense, a las obras de ferrocarril de Zamora-A Coruña. Obviamente, las inversiones públicas, habían cambiado la fisonomía del espacio urbano carballiñes, y revitalizado la economía de todo el entorno municipal. 

Al día siguiente, sobre las doce de la mañana, la caravana de políticos recalaba en la capital para celebrar otro acto de propaganda electoral. El ambiente era más hostil. Entre la multitud, que se agolpaba a las puertas del Cine Losada, había bullangueros, heridos de la Dictadura, que Calvo Sotelo definía como voces “tabernarias” a sueldo de la más baja oligarquía. Con todo, no pudieron boicotear el acto. El general Celso Casar presentó a los oradores, ante los 200 comensales -480 según otros-, a los que servía el Hotel Miño, y en los discursos se recordó, una vez más, las inversiones que aquel hijo adoptivo de Ourense, Calvo Sotelo, había destinado a la provincia. A la salida del acto, la Guardia Civil se vio obligada a cargar contra los que trataban de agredir físicamente, a los representantes U.M.N. Calmados los ánimos, el conde Guadalhorce continuó viaje hacia Madrid; Calvo Sotelo y Primo de Rivera pusieron rumbo a Celanova, en donde los esperaba Meleiro, en la finca “El Cercado”, antes de partir para Lugo. En este instante, la palabra “libertad”, no era sino un rótulo o una etiqueta, sin contenido. En realidad, media España ya estaba enfrentada a otra media. Incluso, la treintena de partidos sufría un proceso de bipolarización; monárquicos o republicanos; derechas o izquierdas; católicos o no católicos… Corrían, pues, tiempos de vesania. Y, sí, aún la contienda era política; pero, pronto, daría paso a otra más trágica: la Guerra.

Recibimiento al presidente Primo de Rivera.
Recibimiento al presidente Primo de Rivera.

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