Opinión

Del calendario gregoriano al electoral

El gran director teatral Lluis Pascual ha hecho uno de los mejores resúmenes de lo que nos pasa y de porqué nos pasa lo que nos pasa. “En el siglo XXI hemos pasado de tener un calendario gregoriano a tener un calendario electoral. Ya todo depende -las obras públicas, las subvenciones culturales...- de un calendario que se llama electoral y que es constante. Entonces, el nivel baja porque hay que recurrir al insulto fácil, a la puñalada por la espalda, y eso hace que la política, que debía ser un arte noble, no lo sea”.

Así se entiende que Pedro Sánchez haya despedido el curso sin la más mínima autocrítica, sin el reconocimiento de que no sabe cómo frenar la inflación desbocada; ordenando subir el aire acondicionado a los 27 grados en verano y bajando las calefacciones a 19 en invierno, lo que indica que tampoco sabe cómo hacer frente a la crisis energética, salvo quitarse la corbata, y diciendo esa chorrada de que “si Ana Botín y Sánchez Galán protestan es que vamos en buena dirección”. Sólo faltó meter en el trío a Amancio Ortega, lo que hubiera hecho, sin duda, si antes de hablar consulta a sus socios de gobierno. Está claro, como dice Lluis Pascual, que el nivel baja y que la política dejó hace mucho de ser un arte noble. Dicho lo cual no se me ocurre otra cosa que invitarles a que se olviden de la política y se pasen a la ficción, al noble arte de la lectura. Un buen gestor cultural ha dicho que “el hombre da sentido a su vida por la cultura” y no cabe duda de que si hay que elegir entre política y cultura, hay que inclinarse por ésta. No solo por el beneficio personal. Hay miles de autores de todos los tiempos cuyos libros siguen teniendo editores y lectores y de la inmensa mayoría de los políticos de ahora no se acordará nadie en cuanto dejen el poder, salvo por el daño causado.Hay que leer y sobra oferta. O faltan lectores. Basta ir en el metro o en un autobús en cualquier ciudad para ver que la inmensa mayoría no lleva en la mano un libro sino el móvil. Y aunque cada año se editan en España casi 80.000 libros en ediciones y reimpresiones -79.373 en 2021- la mayor parte de ellos, el 86 por ciento, no alcanza los 50 ejemplares vendidos. Algunos rebajan la cifra de libros editados a la mitad, restando los libros que también se editan en digital, los de texto y los de bolsillo, pero lo cierto es que las novedades apenas duran una o dos semanas en las librerías y éstas sobreviven gracias solo a un 14 por ciento del total de libros de nueva edición. ¿Se editan demasiados libros o el problema es que compramos pocos libros y leemos menos? Personalmente me inclino por esto último, Y si descontáramos a las lectoras, el panorama sería mucho peor.

Pero tenemos excelentes autores, editores fantásticos y la inmensa mayoría de las portadas de los libros -muchos de los libros que he comprado han venido a mí por el fogonazo de sus portadas- son una maravillosa invitación a la lectura. Un libro no se quita la corbata para disimular la falta de ideas y siempre ofrece respuestas -o preguntas- interesantes. Este verano hay que leer. Y acudir a conciertos, al cine y al teatro. En muchas de nuestras ciudades la oferta veraniega es espectacular. Olvídense de la política y de los políticos, abran un libro, pongan al lado una copa de un buen vino -los hay excelentes en todas las regiones- y disfruten. Que no le amarguen el verano. Vuelvan al calendario gregoriano mientras puedan.

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