Opinión

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE GAYOSO

La comparecencia en el Congreso de los Diputados de los responsables de las entidades bancarias intervenidas se ha caracterizado por el deseo compartido de no asumir responsabilidades. Los tres presidentes citados han apelado a la estrategia de culpar del desaguisado a los demás para salvaguardarse a si mismos, estableciendo entre ellos y los parlamentarios que les han interrogado una especie de diálogo de besugos que ni ha aclarado nada, ni ha mostrado el alcance de una gestión desastrosa y culpable, ni ha puesto en evidencia la verdadero papel que todos ellos han desempeñado en esta tragedia porque nadie la ha asumido ni se ha dignado a aceptar con serenidad y valor el grado de responsabilidad que a cada cuál le corresponde.


Pero si bien todas las comparecencias han sido desoladoras, la que ha adquirido tintes más vergonzantes ha sido la de Julio Fernández Gayoso, mucho más bochornosa en particular que las de los que le han acompañado porque procede de un hombre que ha pertenecido a la entidad desde su época juvenil y que ha ocupado en ella los puestos de la más alta responsabilidad y de mayor poder de decisión durante medio siglo. Ha actuado y mandado desde su condición de cabeza indiscutida e indiscutible de la Caja de Ahorros Municipal de Vigo convertida sucesivamente en Caixanova y NovacaixaGalicia, y un rosario de denominaciones acordes con los diferentes procesos de fusión y reconversión a los que ha sido sometida la casa en cuyo desarrollo, este sujeto medroso y distante en el que Gayoso se ha convertido para salvar la vida durante su comparecencia en el Congreso de los Diputados, asumió plenos poderes, coordinó el desarrollo de los distintos protocolos y mandó y ordenó personalmente en todas las áreas. Contemplar a día de hoy la vergonzosa apariencia de aquel que ha sido referencia ineludible de Caixanova, es morir de sonrojo y sobre todo y por encima de todo, de indignación. Julio Fernández Gayoso ha establecido el juego de no responder a nada, evitar cualquier argumento que le involucrara con la entidad a la que ha servido durante sesenta años, y tratar de pasar en esta comedia que contagia una turbación indescriptible como un sujeto ajeno a los puestos de responsabilidad y de control. Una especie de operario cogido a lazo que pasaba por allí y obedecía sin chistar las órdenes que recibía de arriba. Cumple preguntarse como premisa fundamental qué había más arriba de Julio Fernández Gayoso y quién, a su prepotencia de patrón indiscutible de la entidad y gobernador sin oposición ni sombras mucho tiempo después de que le llegara la hora del retiro, podía darle órdenes. 'No conduce a nada hablar del pasado' ha dicho en el colmo de la desvergüenza. 'En mi caja mandaba el Consejo y no yo', ha mentido el hombre más poderoso de la entidad hasta hace tan sólo unos meses. Su intervención ha alcanzado tales grados de inconsistencia, disimulo y fuga que los portavoces de los grupos parlamentarios sin distinción, exasperados ante esta actitud, se han puesto de acuerdo para calificar la burda pantomima como lo que ha sido: 'Una tomadura de pelo


Pero la verdad es la verdad y no otra. Este incalificable huésped que ha acudido a las Cortes para procurar no asumir ni aceptar nada y bajo cuya férrea disciplina y mando indiscutido se fue abriendo paso año tras año y poco a poco la tragedia a la que han ido a parar las cajas de ahorros, ha contribuido con una actuación de la que ahora se desentiende a destripar las finanzas de un país al que actuaciones continuadas y permitidas como las de él y otros tantos más como él han conducido a la ruina. Por eso, tanto el ahora distraído Gayoso como los de su clase y catadura le deben al país una explicación coherente y valerosa que aclare por qué han actuado como lo han hecho, con qué autoridad y derecho han tomado las decisiones que han tomado, y qué conductas personales y profesionales han puesto en práctica para producir esta hecatombe.


Una parte de la opinión pública se empeñó en que estos altos responsables de las cajas de ahorros comparecieran para explicar su lamentable gestión en un foro como el Congreso de los Diputados. Probablemente ésta es una tribuna adecuada para los políticos, desde el ex Gobernador del Banco de España que ha tolerado este disparate hasta los anteriores responsables de los ministerios de Economía y Hacienda bajo cuyo gobierno la crisis se ha disparado. Pero nada sirve en el caso de Julio Fernández Gayoso. Ahora a quien debe explicarle los detalles de su actividad es a los jueces.

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