Opinión

Anonymous: el triunfo de la razón


El Viejo Milenario estaba exultante: su último artículo, publicado en La Región el sábado 17 de septiembre, había producido curiosidad en sus lectores. Encriptado y muy difícil de descodificar, daba las claves para saber quién controla el poder en el mundo, donde la política es un mero instrumento para dominar a las masas, huérfanas de líderes incorruptibles. Ante los reiterados fracasos de los movimientos de liberación y revoluciones populares, la imaginación de los pueblos reconvierte las anécdotas más insignificantes en épicas liberadoras, en las que el héroe adquiere virtudes morales y una fuerza física que lo convierte en invencible. 

Anonymous es el prototipo de héroe clandestino, que encabeza la lucha contra los tiranos y contra el “orden” establecido que esclaviza a la mayoría en beneficio de las élites. Guy Fawkes tiene el perfil de los que luchan por sus ideales y mueren por ellos. Su participación en un plan que destruiría la cúpula del poder en la Inglaterra del siglo XVII, representado por la Cámara de los Lores y el rey Jacobo I, lo hace candidato a ser el Anonymous que lucha por el pueblo. Sin embargo su deseo de cambiar un monarca anglicano, Jacobo l, por uno católico, el príncipe Carlos, apelando a diferencias religiosas, lo descalifica como candidato; puesto que no hay discrepancias sustanciales entre una y otra. 

El actual rey de Gran Bretaña, Carlos III, reúne unas condiciones excepcionales para destruir el mundo injusto, dominado por el capitalismo que tiene su sede en la City de Londres, el distrito financiero más importante del orbe. Sus disfraces le permiten desplazarse a cualquier lugar de Gran Bretaña sin producir sospechas. Aparenta una ineptitud que justifica sus actos por absurdos que parezcan, gozando además de total inmunidad. Abomina la memoria de su madre, la reina Isabel II, porque lo ha postergado ante todos los habitantes del planeta. Su rostro semeja un Anonymous desvalorizado y triste, muy lejos de ser ejemplo de líder carismático y hombre de acción. Sin embargo, sueña con ser Anonymous y luchar por una república inglesa. En el fondo de su corazón idolatra a Oliver Cromwell. 

A René Descartes lo podemos relacionar con ciertas reglas próximas a las doctrinas de los ros-cruzcenses que harían verosímil la filiación de sus mejores amigos a sus novedosos proyectos. En el libro de Baillet (teólogo y biógrafo de René Descartes) aparece el siguiente texto: “El objetivo de su institución era la reforma del mundo, no en religión, política de gobierno o de las costumbres, sino solamente de las ciencias. Sus miembros debían ser célibes, abrazar el estudio general de la Física y hacer profesión de Medicina y Química”. 

Miguel Maier, médico alquimista, asesor del emperador Rudolf II, atribuye a la cofradía clandestina seis obligaciones: Primera: aplicar medicina gratuita a los que la necesiten. Segunda: vestir de acuerdo con la moda del país en que se hallen. Tercera: reunirse una vez al año. Cuarta: elegir sucesores hábiles que sustituyan a los que fallezcan. Quinta: adoptar como sello de la congregación las iniciales R.C. Y sexta obligación: conservar en secreto la sociedad, tenerla oculta al menos durante un siglo. 

Pero son sus teorías que cambian el mundo de la Ciencia, de la Matemáticas, de la Filosofía… las que lo convierten en un Anonymous peligroso. El “Discurso sobre el Método” es más impactante que una bomba, cuya víctima más ilustrada es Aristóteles y su ejército de peripatéticos; es el triunfo de la razón. Su arsenal de nuevas teorías le permite ganar muchas batallas: “Meditaciones metafísicas”, “Pasiones del alma”, “Los principios de la filosofía”… son obras demoledoras que sus enemigos tratan de destruir pues suponen el fin de los privilegios de muchos falsos protectores de la Humanidad. René Descartes fue envenenado con arsénico en Suecia aunque el diagnóstico médico lo atribuye a una neumonía. Es su perfil, que no el de Guy Fawkes, el que inspiró a los modernos Anonymous en su lucha contra el más peligroso enemigo de la Razón: la inteligencia artificial que convierte al Homo sapiens en “stultum hominen”.

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