Opinión

Así no, Úrsula

Disciplina, lealtad, sumisión, fe… ¿Por qué razones muchos seres humanos construyen un esquema mental que les sujeta a criterios tatuados en sus neuronas de forma imborrable? Los esquemas totalitarios determinan la conducta de intolerancia con todo aquello que no entra en los postulados dogmáticos aprendidos en los primeros años de vida. Por ello los apóstoles de la verdad absoluta consideran primordial el control del sistema educativo para gravar en los educandos sus mensajes identitarios. 

Existen principios fundamentales determinantes para configurar el nexo de unión del individuo con el grupo dominante en el espacio territorial donde se desarrolla la vida del ciudadano. Así los principios de patria, religión, etnia, idioma y condición sexual son las señas que hacen fuerte al sujeto dentro de la colectividad aunque eso le convierta en esclavo del pensamiento único. La carencia de espíritu crítico y la falta de creatividad hacen del individuo un ser manejable y condicionan su libertad de pensamiento que responde únicamente a estímulos prefijados. Como es posible, si no, explicar el auge del nacionalismo excluyente, el aumento de la xenofobia, el machismo o el fanatismo religioso, que tanto daño hace a la convivencia y a la empatía con el prójimo.

Pero lo más preocupante es observar que los teóricos garantes de la libertad y de los principios democráticos se plantean medidas que satisfacen las aspiraciones de los supremacistas, en vez de articular programas que solucionen democráticamente los problemas que conlleva la integración social de los movimientos migratorios.

Los bandazos de la nueva presidenta electa de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en su propuesta de creación de una cartera denominada “Protección de Estilo de Vida Europeo” pone en duda la firmeza que debe abanderar la UE en el proceso de respeto a todos los valores de las distintas procedencias de una población multiétnica. Si algo amenaza a los valores tradiciones del humanismo europeo es la globalización del mercado y la supremacía de las nuevas tecnologías que alienan el pensamiento y robotizan las conductas. No olvidemos que somos los herederos del viejo imperio romano que se caracterizó por la tolerancia con las creencias de los pueblos que se asentaron en territorios conquistados por sus legiones lo que permitió la convivencia durante cinco siglos hasta que el bárbaro Odoacro destituyó a Rómulo Augusto. 

El miedo a las invasiones llevó a la construcción de “muros” que aislaran a los privilegiados del peligro de invasiones de otros pueblos. La Gran Muralla China, el Muro de Adriano, el Muro de Antonino, el muro de Israel que rodea el Campo de Refugiados de Shuafat, el muro entre EEUU y México construido por el presiente Bill Clinton y ampliado por Donald Trump, el muro de Berlín, las concertinas (terrible muro de responsabilidad española) de Ceuta y Melilla. Además de muros físicos hay también muros “jurídicos” y la propuesta de Úrsula parece tener la misma finalidad que la ley sionista del “Estado nación” promovida por el filo fascista Benjamín Netanyahu. ¡Así no, Úrsula!

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