Opinión

Carta abierta a Donald Trump

Sr. presidente: 

Me permito la licencia de dirigirme a usted de la única manera en la que es posible hacerlo, utilizando un medio de comunicación público, aunque éste sea un humilde periódico de una olvidada provincia de un país que se llama España. Lo hago a pesar de ser consciente de la aversión que usted siente por la prensa: sin embargo debería reconocer que, a pesar de sus limitaciones, constituye uno de los pilares fundamentales en los que se asienta la democracia, y su existencia libre es esencial para acceder a una información veraz, sometida únicamente a criterios subjetivos de sus lectores. Un presidente de EEUU debía de saber que la independencia de la prensa es garantía de control de aquellas personas e instituciones que tienen la obligación de someterse a la crítica social por sus responsabilidades públicas. Me parece muy preocupante que usted manifieste públicamente su rechazo a esa información cuando no es favorable a sus intereses, pues eso representa el primer síntoma de totalitarismo y autocracia, de funestas consecuencias en la historia de la humanidad. 

Pero el motivo fundamental por el que me dirijo a usted es que siento un profundo temor por las consecuencias de sus acciones de gobierno; no solamente por mi persona y mi entorno afectivo, sino por la humanidad en su conjunto. Temo por los desfavorecidos del mundo, por los efectos catastróficos sobre el medio ambiente, por los derechos de las minorías, por la extensión de la violencia entre culturas y territorios, por el aumento de la intolerancia, por el desprecio al “otro”, por el uso de la tortura como método represivo…

 La violencia de sus palabras, su lenguaje corporal, la contundencia agresiva de sus convicciones, sus “amistades” peligrosas, su burla de los minusválidos, su misoginia, su homofobia, su racismo selectivo… pero sobre todo su profundo odio a todo aquello que no entiende, aquello que no puede controlar, hacen de usted un personaje tremendamente siniestro y peligroso.

Sin embargo tengo que reconocer que usted no ha mentido, que se ha manifestado tal cual es, que ha mantenido un discurso coherente con su pensamiento neofascista; que ha conectado con sesenta millones de norteamericanos que apoyan sus métodos y respaldan sus promesas. ¡Es escalofriante e inaudito! 

 No quisiera terminar esta carta sin antes recordarle que usted es un instrumento de un monstruo insaciable y cruel, que hoy lo utiliza y mañana lo arrojará a los infiernos de la Historia, como ya ha hecho con otros iluminados populistas. El auténtico amo es el Gran Capital, que manifiesta su satisfacción a través de los índices bursátiles. 

El problema es que, como afirmaba Anatole France: “Los males imaginarios no existen. Todos los males son reales desde el momento en que se experimentan; soñar el dolor es un dolor verdadero”. Y usted, señor presidente, es tan real como la vida misma. 

Me despido con un consejo; reflexione y cambie (si es posible).

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