Opinión

EGO, PENSAMIENTO Y CONCIENCIA

Cuál es el propósito fundamental de la vida?, ¿te has preguntado alguna vez cuál será la huella de tu paso por el mundo? Para algunos, un monumento; para otros, el nombre de una calle o, quizás, una placa en algún rincón del país. Unos pocos aspiran a inmortalizarse escribiendo un libro, o posiblemente procreando para que sus hijos se multipliquen indefinidamente y eleven a enésima potencia el nombre de sus antepasados y, entre ellos, el suyo. Sin embargo, la gran mayoría no piensa en ello, porque cree que no es el momento de complicarse la vida.


¿Es tu ego tan intenso que te parece muy importante que se inmortalice tu recuerdo?,¿crees que ser recordado en la memoria colectiva es la huella más importante que puedes dejar? La fama, el dinero, el prestigio, el poder, los títulos, los honores?objetivos temporales que se convierten en fetiches de la inmortalidad. La identidad con lo material llega a niveles tan patológicos que, cuando en vida sufrimos la pérdida de cualquier objeto personal que forma parte de nuestro entorno -un reloj, una joya, un cuadro, una silla, un libro? cualquier cosa que forma parte del escenario, del vestuario, de todo aquello que nos ayuda a representar el papel que nos hemos atribuido y que nos permite identificarnos con nosotros mismos-, nos irritamos, nos desequilibramos y nos produce un desasosiego desagradable que dura hasta que encontramos el objeto o lo sustituimos por uno semejante. Nuestros pensamientos nos han ido moldeando a lo largo de los años y somos más hijos de nuestras palabras que de nuestra conciencia; hemos degradado a tales niveles nuestra identidad que esta, prácticamente, nos es desconocida y nos sorprende cuando en un instante de lucidez comprobamos que nuestro rol es insatisfactorio y asustados acudimos al confesor o al psiquiatra. .Krishnamurti afirmaba: 'El pensamiento es deforme, contrahecho, pues puede inventar lo que quiera y ver cosas que no existen. Como puede realizar las cosas más extraordinarias, no debe contarse con él.'


En la reciente revolución tunecina hemos visto a muchos policías manifestarse con los ciudadanos a los que días antes habían reprimido con dureza. Cambiaron su identificación y su interpretación vivencial dio un giro absoluto. Es en las revoluciones o en los cambios bruscos cuando surge la duda sobre lo que se está haciendo, sobre el papel que se interpreta. Nuestro ego busca reforzarse manteniendo una posición de preponderancia y no le importa cambiar de disfraz. Los peores capataces habían sido esclavos, los más sanguinarios vigilantes de los campos de concentración nazis, eran reclusos elegidos para controlar a sus compañeros. Hoy mismo, observamos con cierto estupor, que los tertulianos más agresivos con un partido político son exmilitantes destacados de ese mismo partido, que llenos de rencor por no ver gratificado su ego, no dudan en descalificar lo que ellos mismos habían estado haciendo hasta hace poco tiempo.


Pero el pensamiento lo justifica todo, encuentra las más extrañas razones que mantengan la preponderancia del ego. Soy consciente de que es prácticamente imposible que alguien con responsabilidades políticas, sociales, religiosas o de cualquier otra índole no caiga en la tentación de encumbrar su ego para poder compartir poder y mesa con los otros egos que le rodean y así sentirse reforzado en su infeliz protagonismo. El ego es excluyente, traicionero, devorador de conciencias e insaciable y cuenta con un poderoso aliado, que él mismo ha creado: el pensamiento. Ahora que empiezo a ser viejo, intento comprender la sabiduría de aquellos que han despreciado la riqueza y el poder. Interpreto de otra manera textos que había leído multitud de veces sin entenderlos, escucho con atención al que piensa de otra manera, pues muchas veces hay verdad en sus palabras. Huyo de pretendidas verdades absolutas cuando estas disfrazan el ego del que las escucha, pues temo, en mi debilidad, ser tentado a reforzar mi ego. Comprendo la felicidad del humilde y la alegría del que, sin poseer nada, es dueño de la tierra. Y pienso que un mundo más feliz se basaría en una sociedad donde el ser humano formase su conciencia sin tener que alimentar ni crear un ego que lo esclavizara y sometiera. No pretendo impartir doctrina, nada más lejos de mi intención, pero quisiera trasmitir un consejo, que sé difícil de aplicar: 'Deja que la conciencia domine tu pensamiento y podrás encontrar el propósito de tu vida'.

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