Opinión

El axioma ético

El Viejo Milenario ha mantenido recientemente una animada conversación con varios jóvenes y ha comprobado que la interpretación que se hace de las relaciones sexuales es absolutamente distinta dependiendo de la etapa vital en que se desenvuelve la acción de cada uno de los individuos. Los jóvenes propugnaban y defendían que una relación abierta es tan lícita y digna de respeto como lo es la fidelidad que se establece en una relación cerrada, siempre que en ambas se dé el consentimiento de las partes, sin engaño y sin tener en cuenta los valores preestablecidos a lo largo de la historia de la humanidad que han configurado la base de las sociedades más avanzadas: la procreación y la calidad de vida. Un porcentaje significativo mantiene un retornar a costumbres recientemente superadas por la historia, como fueron los movimientos hippy, beatnik o punk, que florecieron a finales de los años cincuenta del siglo pasado, tuvieron su esplendor en los sesenta, para decaer en los setenta absorbidos por el consumo que el mercado establecía para alienarlos con la ayuda de la música y de las drogas introducidas en sus inicios por los servicios de inteligencia de distintos países asesorados por la CIA norteamericana, preocupada por el posicionamiento ideológico de la juventud muy motivada por la guerra de Vietnam y el Mayo francés del 68. El rechazo al “establishment”, al progreso que sume a la sociedad en un espejismo de falso bienestar, y el rechazo a las normas sociales empujaron a movimientos contraculturales e idealizar a grupos vanguardistas como los Beatles, Elvis Presley, Bob Dylan o los Rolling Stones… entre otros, y por supuesto, la música punk. 

Tras la caída del Muro de Berlín, dos hechos de gran trascendencia irrumpen como misiles en la línea de flotación de un barco sometido a terribles tempestades: el auge de las nuevas tecnologías y la incorporación de la mujer a la sociedad en igualdad con el hombre, iniciándose así el principio del fin del patriarcado. Escribía el filósofo y biólogo alemán Hans Driesch a principios del siglo XX: “Puesto que el hombre posee dignidad y esta dignidad se considera generalmente en pugna con el impulso sexual, deberá realizarse el arreglo social de las relaciones de la procreación de suerte que en los casos de pugna debe servir a la procreación dentro de los límites consentidos y no al simple placer. Las asociaciones sexuales reguladas mediante convenios ligan sólidamente a las dos partes, se llaman conyugales, admitiendo las distintas clases de matrimonio en el mundo: monógamo, polígamo o poliandra”. Este pensamiento conservador hace hoy agua por todas partes. Relaciones sexuales consentidas entre individuos que no se conocen, contactos a través de las redes para acordar relaciones esporádicas, coitos en los servicios higiénicos entre desconocidos… El cortejo ha muerto, viva el cortejo.

A juicio del Viejo Milenario la crisis de las relaciones sexuales sin “química” y sin “afectos” conduce a una sociedad sin objetivos que proyectar a las generaciones del futuro. Una ética de contenido y una moral práctica deben partir de la base de proposiciones elementales intuidas como evidentes. Los principios éticos se traducen en prohibiciones y mandatos de la forma de no debe ser o él debe ser. Aplicado a la libertad sexual se formula para cuando debo decir que no a mis contenidos de voluntad y cuando no debe decirles que no a los mismos. 

El Viejo Milenario es consciente de su edad y de la dificultad que esto lleva parejo para entender el retroceso o el avance de las relaciones de sexo sin Ética y con una Moral dañada por la corrupción de sus defensores. Manifiesta por ello su ignorancia y su subjetividad ante las nuevas formas de establecer contacto con “el otro”, pero en todo caso la Ética deberá seguir controlando al instinto. 

Te puede interesar