Opinión

Estuve allí

La identidad, la memoria. La Patria, un sentimiento. La militancia, un compromiso voluntario. La ideología, una barrera contra la nada. La familia, el refugio necesario. La vida, para algunos un privilegio, para otros un tormento. El miedo, sometimiento y esclavitud. La aceptación, armonía y serenidad.

Mayo de 1977, lugar Cine Maricel en Xinzo de Limia, motivo presentación del recientemente legalizado Partido Comunista de Galicia, oradores Manuel Peña-Rey Bouzas, Camilo de Dios Fernández, Cuca Fernández Tovar, Antonio Rodríguez González (Rodriguete) y el que suscribe.

El Partido, así era reconocido en la clandestinidad, salía de las catacumbas y mostraba su fuerza y compromiso con la reconciliación de los españoles. Se vivían momentos históricos de gran importancia para el futuro de España. La izquierda había aceptado los símbolos del Estado, renunciando a la ruptura con el antiguo régimen, iniciándose una transición pactada para alcanzar la libertad y la democracia. Esta generosa renuncia de la izquierda nunca fue suficientemente reconocida por los sectores más conservadores de la derecha española.

Han pasado más de cuarenta años de la muerte del dictador y a pesar del tiempo trascurrido sus herederos siguen disfrutando del patrimonio adquirido fraudulentamente durante la negra sombra del régimen fascista. Hoy incluso provocan con una prepotencia inusitada al sistema democrático alardeando de los horrendos crímenes cometidos durante esa larga noche de terror e impunidad. Mientras los émulos del dictador explayan sus principios totalitarios, miles de asesinados siguen sepultados en cunetas y fosas comunes ante la pasividad del Gobierno que incumple el mandato de la Ley. Para mayor escarnio los restos del dictador son venerados en la cripta del mayor mausoleo construido con la sangre de víctimas del sanguinario oligarca.

El PCE se ha inmolado en el altar de la democracia, los trabajadores han pagado las consecuencias de las crisis sistémicas del capitalismo, los intelectuales han perdido su influencia en el pensamiento de las vanguardias, la cultura se ha travestido en fiestas populacheras, la alianza del lumpen y la nueva aristocracia se impone en el control de las masas, el sector financiero sigue vampirizando la sangre de los españoles, el “mercado” somete a la Constitución y todo ello con el beneplácito de una Europa egoísta e hipócrita.

Los tiempos son convulsos: el Estado está debilitado; el terrorismo se ha hecho endémico; el ser humano es cada vez más gregario; la soledad, una patología; el pensamiento, un peligro; la libertad, una quimera…En ese campo abonado por los ladrones de espíritus no florece la felicidad y la armonía se convierte en una abominación.

Hace cuarenta años en el cine Maricel cinco ilusionados comunistas exponían sus ideales en el convencimiento de que el futuro sería lo que pueblo decidiera; tal vez fueran utópicos o tal vez estuviesen equivocados en sus deseos, quizás ingenuos; pero lo que queda fuera de toda duda es que su compromiso era por un mundo más justo y solidario; algo difícil de alcanzar.

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