Opinión

¿III Guerra Mundial?, un conflicto anunciado

A raíz del fallecimiento del premio Nobel de Literatura Günter Grass, se han publicado varios artículos que glosan la figura de uno de los mejores escritores del último siglo. Quiero destacar, entre ellos, la entrevista que le hizo Juan Cruz publicada en un diario de ámbito nacional. Grass siempre ha sido un escritor polémico, claro, comprometido y valiente; ha vivido en primera línea momentos trascendentales de la historia reciente de Europa y ha denunciado los errores que, desde la caída del Muro de Berlín se han cometido en la política mundial, errores que han colocado a la tierra al borde de la tercera guerra mundial. Coincido con Grass en su análisis global y, al margen de sus opiniones, pretendo introducir en el debate aquellos acontecimientos que ponen en evidencia los objetivos de quienes se enriquecen en los conflictos y obtienen cuotas de poder absoluto, impensables en tiempos de paz.

A mi juicio todo empieza con una estudiada planificación: introducir el miedo en los países occidentales para que sus ciudadanos aprueben medidas ofensivas en defensa de la seguridad y la democracia. Todo empezó cuando George H. W. Bush (padre) declaró la Guerra del Golfo contra el régimen de Sadam Hussein y destruyó los equilibrios establecidos desde la Segunda Guerra Mundial en una zona muy sensible. Los acontecimientos se precipitaron y su hijo Bush completa la obra del padre declarando la guerra abierta contra Iraq, amparándose en una gran mentira: las armas de destrucción masiva de los iraquíes, que suponían un riesgo para la humanidad. El lenguaje respalda la violencia desencadenada: “El eje del mal”, “la doctrina de agresión positiva”, “la defensa de Occidente contra el terror”... La maquinaria militar se pone en marcha y el imperio no duda en bombardear indiscriminadamente a países soberanos (primero Afganistán y luego Iraq); el principio de la “guerra preventiva”, que utilizaron los nazis y condenado en Nuremberg, fue retomado por los Bush en su política belicista. Desde el fatídico 11S no ha cesado la escalada bélica. Una guerra sin frentes, sin ejércitos regulares, sin ocupaciones militares, publicitada tecnológicamente, con mercenarios, nacionalista, religiosa, sembrada de víctimas civiles, sin reglas ni acuerdos, sin líderes indiscutibles, sin moral ni ética (como todas las guerras). Una contienda de todos contra todos, con tentáculos en todos los continentes, con alianzas extrañas, con beneficios cuantiosos para las empresas armamentísticas, para las multinacionales de la energía, para los vampiros de los recursos naturales.

El autor de “El tambor de hojalata” afirma con rotundidad: “Hemos perdido la capacidad de entender los errores que hemos cometido después de 1989”, y a continuación enumera los más importantes relacionados con la nueva Rusia nacida del derrumbe de la URSS. Pero a los halcones les preocupa más la paz que la guerra; están alarmados por el deshielo con Cuba. Braman contra el preacuerdo con Irán; consideran a Grecia un país peligroso por sus relaciones con la Rusia de Putin. Temen la victoria militar del presidente Hafet al Assad sobre la insurrección armada que desangra la hermosa Siria y amenazan con impedir cualquier acción que vaya encaminada a lograr un clima de diálogo entre antiguos adversarios. Los señores de la guerra han dedicado grandes recursos para que alguien venga a entorpecer su planificación diabólica y rentable.

¿Quién financia si no el integrismo islámico? ¿Quién trafica con las armas? ¿Quién se enriquece con la destrucción y el caos? ¿Quiénes mantienen amordazada a la ONU? En las respuestas están las soluciones. Lo que es evidente es que la III guerra mundial está en marcha, Günter Grass tenía razón, era una mente lúcida y libre; descanse en paz.

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