Opinión

La inocencia de la individualidad

Qué está pasando? ¿Es el caos quien controla el devenir? ¿Es el fin de la razón? Preguntas y más preguntas; las respuestas, ambiguas y confusas. El ayer dejó de existir, el mañana será cuando sea. El hoy es indefinible y solo el ahora se puede percibir. La mentira se extiende, forma la tramoya de un escenario turbio en el que la sangre forma parte del espectáculo. ¿Se cumplirán las palabras de Saulo dirigidas a Timoteo?: “El Espíritu dice expresamente que en los últimos tiempos apostatarán de la fe y prestarán oído a espíritus seductores y doctrinas diabólicas”. ¿Quiénes son, si no, los miembros del autodenominado Califato? ¿Qué hace Europa mientras cientos de inocentes son absorbidos por las aguas del Mediterráneo, en una inmolación evitable?

Me recuerda mi amigo José L. las palabras que pronunció el poeta Ángel González, premios García Lorca y Príncipe de Asturias, cuando iban muriendo alguno de sus muchos amigos: “Se me adelgaza el futuro”. Su agenda iba perdiendo páginas y más paginas, mientras su estado de ánimo decaía y sentía la soledad del superviviente. Quizás fuese un estado depresivo el que le llevó a afirmar: “Que estaba harto y que no iba a tomar el bolígrafo para seguir, palabra sobre palabra, contando lo que le parece este áspero mundo” y a partir de ese momento empezó a escribir poemas infantiles, de una manera irónica y distante. ¿Es quizá ese el camino que nos marca el ahora?

Todos tenemos una agenda personal en la que figuran nuestros amigos, conocidos y vecinos; cada uno de nosotros, a lo largo de nuestra existencia, hemos ido borrando o arrancando hojas de esa real o imaginaria agenda. Todos hemos sufrido la pérdida de seres queridos; a medida que pasan los años la agenda va reduciendo inexorablemente su número de páginas, hasta arrancar la última, que es la propia de cada uno.

El tiempo pasa, lo superficial no interesa; la individualidad no es nada sin su proyección en la colectividad; la crítica supone una escala de valores inaceptable para el criticado; la ética fuera de la conciencia no existe, es pura teoría. El compromiso social supone humildad y amor; nunca el éxito fue una virtud, más bien una victoria. Mientras el hambre, el frío, la enfermedad, la miseria y el dolor no se colectivicen son anomalías sociales, para vergüenza de la humanidad.

Mi agenda pierde páginas, siento tristeza por el tránsito de un buen amigo. De un hombre honesto, trabajador, generoso y de firmes convicciones. Un transformador de la materia, que ha sabido construir afectos y solidaridad. Un hombre anónimo para este mundo caótico; quizás por ello mi estado anímico es bajo.

Me siento solidario con las palabras de Ángel González y me inhibo en comentarios sobre la conducta ajena. Creo en la inocencia de la individualidad y en la responsabilidad de la colectividad. Es el conjunto quien incluye al elemento y sus características definen a cada uno de ellos. El mal existe porque existe el bien y la subjetividad marca la pertenencia a cada uno de ellos, pero la norma la impone el conjunto y se convierte en ley de obligado cumplimiento.

Termino con una cita de la carta de Saulo a los efesios (Ef 4:2): “Sed humildes, amables y pacientes. Soportaros los unos a los otros con AMOR”. Solo así se puede entender lo que está pasando.

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