Opinión

La agonía del cisne

Salvad al Cisne! ¡Protegeos del lobo! ¡Apadrinad a los árboles! ¡Huid de los traidores! ¡Amad la vida!

Joseph Smith publicó una hermosa novela sobre las peripecias de un lobo hambriento que buscaba desesperadamente comida en un gélido invierno con temperaturas extremas, a las que había que añadir la escasez de presas, pues estas migran a finales de otoño a territorios menos hostiles. Las reflexiones del lobo sobre lo difícil que es vivir cuando se depende de seres con los que se comparte espacio y tiempo que han buscado sus pastos de invierno lejos del cubil donde reside el fiero animal, estas reflexiones están llenas de la sabiduría que la naturaleza trasmite a sus “retoños” para que afronten el reto de existir. El lobo mata para poder vivir, es un animal noble que cumple con su rol de cazador.

A pesar de que no le cuesta aceptar que su crueldad le es imprescindible para poder alimentarse sin atisbos de remordimiento, por ello no necesita comprender la dicotomía entre lo bueno y lo malo. En contraste con lo que un “civilizado” ciudadano, teóricamente imparcial, acostumbrado a juzgar la conducta de sus semejantes, priorizando la rentabilidad... El lobo herido mortalmente por un granjero que protegía a su débil rebaño, duda en salvar a un cisne prisionero en una estrecha cueva, o darse el último banquete comiendo tan sabrosa presa. Mientras resuelve la duda se siente cada vez más débil por la pérdida de sangre que empapa su rostro.

Un mudo diálogo se establece entre el lobo moribundo y el cisne rehén de su imponente contextura, es un intercambio de miradas llenas de angustia y desazón ante el inevitable fin que les aguarda. El cisne buscaba una muerte rápida que le librase de la dolorosa agonía confiando en la ferocidad de la fiera y en su instinto asesino. El lobo trataba de huir al bosque para morir bajo el techo protector en su cubil. 

Los humanos deseosos de acabar con la fiera que diezma su ganado, queman los árboles, los talan, sacrifican los bosques por amparar a la bestia que se refugia en su interior. La civilización conlleva un ser arboricida que añora el desierto y extermina toda forma de vida especialmente a los árboles.

El lobo apenas podía andar, el terreno comienza a elevarse en una pequeña colina, su meta está próxima, después de la colina hay un pequeño valle; después el bosque y allí debajo de las ramas de un abeto centenario se encuentra su cubil, su hogar. Un pequeño esfuerzo y podrá descansar para siempre. La sangre le impedía ver y su andar era errático, su respiración dolorosa y la fatiga acabó por vencerle. Cerró los ojos y expiró en aquel instante un silbido ronco irrumpió con fuerza en el silencioso valle, era el último estertor del Cisne al abandonar la cueva y huir hacia la granja del Humano.

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