Opinión

La pastilla

Son las nueve, la hora de la pastilla! El anciano sonrió, su nieta estaba siempre alerta y era una firme garantía para el cuidado de su viejo abuelo. El pastillero estaba, como siempre, en la mesilla de noche al alcance de la mano; hizo un pequeño esfuerzo para alcanzarlo y lo abrió. Miró las celdillas, todas ellas ocupadas, y cogió una cápsula de color amarillo. Las había de diferentes colores, formas y tamaños; le recordaban las cajas de golosinas que le regalaban, cuando era niño, el día de su cumpleaños. Una lágrima se asomó a sus ojos enrojecidos por el insomnio de la noche, los recuerdos invadían su mente y le impedían pensar en la urgencia de la toma del elixir que le mantenía vivo. ¡Por favor que alguien me traiga un poco de agua! La puerta se abrió y una adolescente entró en la habitación portando en una mano un vaso con el líquido elemento, mientras en la otra traía los periódicos del día. 

–Abuelo, las noticias son, como casi siempre, malas. Los incendios continúan destruyendo bosques en los cinco continentes. La carrera de armas de destrucción masiva sigue en la programación de las grandes potencias. El deterioro de los océanos es ya irreversible. El Mediterráneo sigue segando la vida de cientos de migrantes desesperados sin que esto preocupe a los gobiernos de la UE. Los líderes de la izquierda española son incapaces de ponerse de acuerdo para desarrollar políticas progresistas; mientras la ultraderecha sigue imponiendo su ideario en las instituciones en las que gobierna la derecha. El consumo de alcohol y drogas se inicia en edades cada vez más tempranas alienando a nuestra juventud y, para colmo de males, el Celta ha perdido el partido del domingo. Te aconsejo que hagas el sudoku y el crucigrama, es lo más sano de la prensa.

Dicho esto, cerró la puerta con suavidad. El viejo metió la cápsula en la boca y bebió un sorbo de agua, la tragó con cierta dificultad mientras abría uno de los diarios y leía el titular de portada: “Trump aventaja a cualquier candidato demócrata en las presidenciales de 2020”. Era más de lo que podía soportar, cogió lo periódicos y los arrojó al suelo lejos de su alcance; entonces empezó a notar un sopor que dominaba su consciencia. Se veía a sí mismo sobre un alazán que surcaba los campos yermos del reino del futuro, sin vegetación alguna, portando cajas con pastillas y cápsulas que repartía entre millones de zombis que caminaban sin rumbo, como autómatas dirigidos por cuervos de colores blanco y amarillo. 

Se despertó sudando, su ángel de la guarda estaba sentada en el borde de la cama con un vaso de zumo de naranja en la mano y dos cápsulas rojas en la otra. Con mano temblorosa intentó coger las píldoras, pero no pudo evitar que se cayeran al suelo. Su nieta se agachó, las recogió con delicadeza y se las entregó. Intentó tragarlas pero un nudo en la garganta se lo impedía, tosió violentamente y las grageas salieron despedidas, una vez más su nieta las recogió y se las trituró entre dos cucharillas. El anciano con lentitud y mucha agua las deglutió sin dificultad. 

Trascurridas dos horas el mundo le pareció mucho mejor; recordó que la humanidad había sobrevivido a varios cuellos de botella, el último fue la erupción del volcán Toba en la isla de Sumatra hace apenas 75.000 años; se cree que solo sobrevivieron en todo el orbe diez mil humanos. Además, la vida en el planeta Tierra ha soportado glaciaciones, grandes impactos de meteoritos, enormes cataclismos… y siempre se regeneró siguiendo su lenta evolución. 

El resto del día estuvo tranquilo, observó la febril actividad de su bienhechora y se sintió protegido. Al llegar el fin de la jornada, había leído la prensa, resueltos el sudoku y el crucigrama, se informó de las noticias de los telediarios, disfrutó de las series televisivas que tanto le gustaban. Y se preguntó: “¿Han sido las pastillas o el cariño de mi ángel protector” ; la respuesta está en cada uno de los lectores. Pero, en cualquier caso, lo importante es que a pesar de todo, la vida sigue.

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