Opinión

Lecturas estivales

En este periodo estival de semi-confinamiento, el viejo ha dedicado gran parte de su tiempo a solazarse con la lectura de libros, con el único fin de estar entretenido, sin pretender impactos emocionales ni que los argumentos literarios le indujesen a reflexionar sobre problemas de actualidad... problemas que tanto desasosiego están causando en la población. Era tal su estado de bienestar que deseó compartir con el prójimo los textos leídos en el último mes, haciendo una pequeña sinopsis de cada uno de ellos.

“Los fuegos de otoño” de Irène Némirovsky. Relata la autora el profundo amor que la protagonista siente por un amigo de la infancia, cuyo desamor la lleva al sufrimiento y la ansiedad. La prematura muerte de la autora, en el campo de concentración de Auschwitz, se refleja en la sensación que siente el lector de un final inacabado. Lo que hace presagiar la vinculación de la creadora y su obra.

De una forma sórdida se resalta la crudeza de la vida de los trabajadores y de la pequeña burguesía en la Europa de la primera mitad del siglo XX.

“Lluvia fina” de Luis Landero. Narra el autor la angustiosa relación de los miembros de una familia que descargan sus frustraciones sobre una de ellos que, convertida en involuntaria confesora, pacientemente se va empapando de todo lo negativo de cada uno de ellos. Lo que la lleva a tomar una drástica decisión. Como dice Manuel Vilas, el texto nos recuerda a Dostoievski. El viejo arqueó sus cejas en un gesto que reflejaba angustia existencial, y sin embargo recordó que la había leído de un tirón. Y dijo, con voz tenue, “engancha”.

opi_25“El tango de la Guardia Vieja” de Arturo Pérez- Reverte. Es una novela “río” con reiteradas descripciones sobre la psicología de los protagonistas. Un amor tormentoso lleno de pasión, mentiras y sexo. En el trasfondo de una sociedad putrefacta, carente de moralidad, en la que el juego del erotismos se mezcla con una pornografía latente en los círculos de una aristocracia decadente. Las raíces de la atracción vivida con intensidad quedan ancladas en los recuerdos de toda la vida. Por muchos años que pasen, el impacto de un intenso amor marcará los recuerdos de los protagonistas que huyen de ellos mismos.

“El príncipe negro” de Iris Murdoch. La lectura de esta novela erizó los escasos cabellos del viejo milenario, le causó la misma sensación que le había producido “Desgracia” del premio Nobel de Literatura del año 2003, J.M. Coetzee. El lector vive, sin pretenderlo, las angustias de su protagonista (pensó el anciano), sus obsesiones, las desgracias que acompañan cada una de sus decisiones. La zozobra de sus relaciones con sus amigos, parientes… todo lo que hace le acarrea consecuencias nefastas que hieren mortalmente su razonamiento lógico. Muy bien escrita, engancha, aunque hay que digerirla en pequeños sorbos. 

“Papel mojado” de Juan José Millás. Relato intrascendente con un final sorpresivo. Cumple las expectativas de entretener sin apenas dejar huella. Destacaría los intentos del autor por presentar una novela de humor negro. Desde que la escribió, Millás se ha convertido en un creador de ideas y oteador de vivencias extremas.

“El clavo” de Pedro Antonio de Alarcón. Relato breve sin otra pretensión que intentar ganar la atención del lector motivando el interés por una trama que, dentro del realismo al que pertenece el autor, tiene un final predecible. Cuando fue escrita la historia real circulaba por la España de la época (publicada en 1853).

“El último judío” de Noah Gordon. Sin duda no es la mejor obra de Noah Gordon, nada comparable con su trilogía “El médico”, “Chamán” y “La doctora Cole”. Es la historia de un joven judío superviviente a la expulsión de su pueblo en la España negra de los Reyes Católicos. Refleja el clima de terror que produce la omnipresente Inquisición. Entretenida y previsible.
El viejo, con los ojos cerrados, murmuró. Sin duda, he matado el tiempo. ¿Ha sido útil?

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