Opinión

El mal y sus aliados

El escritor Hamón Agustin Frederic, en su obra “Determinismo y responsabilidad”, afirma que la venganza fue en principio un hecho individual, ya que la persona perjudicada señalaba como garante del perjuicio al que lo había cometido: el autor del suceso era el único responsable y recibía el castigo por sus actos. Pero la sociedad cambia y el agraviado se dio cuenta de que podía vengarse también castigando a un miembro del grupo o familia del que formaba parte el autor del daño. De este modo, la venganza colectiva se desarrolló en guerras, luchas de clanes, enfrentamientos familiares… y tratando de evitarlas se formalizó la Ley del Talión, que tuvo un desarrollo diferente dependiendo de la cultura, la religión y la estructura social de cada país. Así en Persia, Siria, Asiria y en los reinos de la península del Indostán, la mujer y los hijos del criminal sufrían el mismo castigo que el autor de la agresión. En la vieja legislación china, desde los tiempos de Confucio, se castigaba a los jefes del pueblo donde se cometía un acto contra la comunidad. El pueblo judío estableció, y así lo recoge el Deuteronomio, “que no es necesario hacer morir al padre por los hijos, ni a los hijos por su padres…”; quedando establecida la ley del “ojo por ojo, diente por diente” como mandato divino. Afortunadamente la Ley del Talión fue transformándose convirtiéndose el castigo en un proceso sometido a las leyes con la consiguiente constitución de tribunales que emiten sentencia ajustada a lo establecido en los códigos.

Sin embargo existen variables que modifican brutalmente lo señalado en las leyes y al margen de las mismas. La venganza alimentada por un odio irracional busca causar el mayor daño posible sin importar otra cosa que producir dolor. En la actualidad, todas las legislaciones se basan en la idea de que el ser humano nace con doble facultad: hacer el bien o recrearse en el mal en cualquier caso la responsabilidad individual no basta por si sola para condenar al criminal; es necesario que esté en posesión de su libre albedrío. Cuando se buscan razones que llevan a criminales a sacrificar a sus hijos para causar el mayor daño posible a la madre, hay un común denominador que podía explicar las causas de tan horrendos crímenes: la existencia del MAL, y este se manifiesta desde que el sujeto es racionalmente responsable y actúa con violencia sobre las personas de su entorno cuando estas tratan de huir de su absorbente dominio. El discurso machista y patriarcal de la ultraderecha, unido al de los defensores del tridentismo reaccionario, han justificado las agresiones contra los más débiles; la mujer y los hijos, negándoles el derecho a la igualdad y a la libertad, sometiéndolos al dominio del maltratador, que es moralmente inadmisible, éticamente reprobable y legalmente punible.

Crímenes horrendos se han cometido a lo largo de la historia de la humanidad: canibalismo donde las víctimas eran los propios hijos, sangrientos sacrificios a los dioses de los primogénitos, incestos donde los violadores son los progenitores, crímenes de estado donde el jerarca elimina a todos sus parientes incluyendo a sus hermanos, mutilaciones genitales de las mujeres para controlar su sexualidad, crímenes de honor en los que las víctimas son las niñas o adolescentes que se niegan a matrimonios de conveniencia familiar. Hoy destacan por su crueldad los crimines de la violencia machista, que son los más repugnantes y especialmente emergentes en la sociedad del siglo XXI.

Creo que es oportuno recordar que para limitar la influencia de los predicadores del Mal amparados por una superestructura pseudoreligiosa, el rey de Francia Luis XIV emitió una orden: “Aquellos convictos de haber jurado y blasfemado… serán condenados por primera vez a una multa… por la sexta vez, se le cortará el labio superior y a la séptima se le cortará toda la lengua”. La norma se aplicó a los predicadores calvinistas por su conducta antisocial, contando incluso con el apoyo del el filósofo Voltaire. Hoy podría aplicarse a los que justifican el horrendo crimen de Tomás Gimeno, porque el Mal tiene poderosos aliados.

Te puede interesar