Opinión

Memoria prestada

Cuántas reliquias de la experiencia de cada ser humano se pierden cuando este deja de existir! Cada individuo guarda secretamente aquellos acontecimientos que ayudaron a configurar su identidad; son secretos que, de ser conocidos, pondrían en evidencia la fragilidad humana y su dependencia de elementos externos. Las personas son fruto de un proceso de adaptación al medio y reciben la influencia de infinitos factores que condicionan su libertad moral. ¿Quién está en condiciones de arrojar la primera piedra? ¿Quién puede juzgar a sus semejantes?

He leído la obra de Stephen Greenblatt “El giro” y su lectura me ha hecho reflexionar sobre el inmenso poder que tienen y han tenido los libros desde que el ser humano domina la escritura. Esas fuentes del saber contienen el pensamiento de seres excepcionales que han sabido leer en la naturaleza y trascribir la esencia del Ser. A lo largo de la historia los libros han sido proscritos, quemados, enterrados, censurados y destruidos de mil maneras. Los defensores del pensamiento único temen su extraordinaria influencia porque saben que son la semilla de la libertad y de la ciencia. Pero la gran paradoja es que los mayores enemigos de los libros suelen idolatrar un solo texto, tratando de convertirlo en la única fuente de creencia y verdad, llegando a matar o morir en su nombre.

En su complejidad, cada cerebro humano es como una inmensa biblioteca: se nutre de la experiencia propia que almacena en su memoria, de la memoria prestada que le proporcionan sus congéneres a través del contacto directo, de los libros o, en la actualidad, de la tecnología, sin olvidarnos de la observación de la naturaleza. Por eso la calidad de lo grabado es la garantía de tener una bien surtida biblioteca mental, lo que permite a su propietario tomar decisiones sin otros condicionantes que su voluntad. Sin embargo hay cerebros que albergan el mal; en sus neuronas se graban preferentemente aquellos mensajes que denigran la dignidad humana; son personas que carecen de empatía, que disfrutan con el dolor ajeno y que ignoran la ética que nos hace convivir compartiendo valores y objetivos. 

Hemos contemplado con vergüenza e indignación el comportamiento malvado de hinchas del PSV holandés, que con una crueldad inusitada se burlaban de varias mendigas rumanas, arrojándoles monedas como si se tratasen de animales hambrientos. No son hechos aislados, los gobiernos de varios países de Europa utilizan la fuerza y la violencia contra los que buscan refugio huyendo de la guerra. ¿Qué tienen grabado en sus cerebros esos infames? ¿Qué textos han leído? ¿Alguien les ha prestado su memoria? Estamos en el siglo XXI y la conducta agresiva de quienes carecen de memoria nos retrotrae a lo peor de nuestra historia.

Stephen, en su relato, nos seduce con conceptos como “cazadores de libros”. Estos eran humanistas que dedicaban su vida a la búsqueda de manuscritos secuestrados en monasterios y conventos a lo largo y ancho de la Europa medieval. Lo hacían con el instinto de quienes saben que la divulgación del saber es la mejor defensa contra la barbarie y la ignominia. Hoy es oportuno un homenaje a aquellos que han tratado de que la memoria prestada nos ayude a no repetir los errores del pasado. ¡Lástima que los hinchas del club holandés y los mandatarios europeos se olviden de leer la Historia; es la memoria de los pueblos!

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